En la vida de cada uno de los hombres mencionados en la Biblia, podemos encontrar un factor común y tiene que ver obviamente con Dios. Si analizamos la vida de Abraham, la de David o la de Samuel, habrá algo que otros de entonces no tuvieron.
En Abraham tenemos a Lot, en Samuel encontramos a Elí y en el caso de David a Saúl. El primero tuvo ese toque que hizo la diferencia y el segundo no; el primero siempre tuvo un corazón dispuesto y el segundo no.
Porqué cada uno de los primero mencionados tuvo esa relación estrecha y definitiva con el Señor y los otros no. De primera mano tenemos la obediencia, esa lealtad que aunque marcada de eventuales errores, siempre se hizo presente en sus vidas.
Al primero se le llamo “amigo de Dios”, y que privilegio tener un apelativo como ese. Esto va mucho más allá de cualquier relación íntima conocida y más cuando hablamos de que Dios conoce los corazones.
Para que alguien que conoce los corazones como ni nosotros mismos lo hacemos diga esto, se necesita demasiada cercanía con Él. Por algo el Señor le dijo a este hombre “Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto” (Génesis 17:1).
Al segundo se le llamó “un hombre conforme al corazón de Dios”. Algo similar en David por encima de la debilidad espiritual mostrada por Saúl desde que fue ungido. Al tercero lo vemos en una entrega que contrastaba ampliamente con la complacencia frente al pecado de los hijos de Elí.
Así podemos seguir con varones como Daniel, Elías y otros que dan ejemplo claro de su entrega a la voluntad del Señor. Todo un reto para cada uno de los que formamos parte de la Iglesia de Cristo y que luchamos en el día a día con nuestra vieja naturaleza. Pablo lo expresaba así “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir” (1 Corintios 10:13).
Las tentaciones siguen siendo las mismas, pero hoy contamos con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros y no en aquellos hombres. A ellos acudía en ocasiones puntuales permitidas por Dios, pero en nosotros habita de forma permanente.
La verdad es que no hay excusa para fallar y menos deliberadamente frente a las mismas condiciones de prueba que ellos tuvieron. Tampoco ellos tenían el conocimiento de nosotros y que hemos encontrado en la Biblia de hoy.
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- BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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