No son las de los juegos de mesa como el póker, las barajas, el tarot; pero a estas alturas y para esta generación, con toda seguridad son las únicas que reconocen, y que no siempre han sido utilizadas para los mejores propósitos. De hecho, representan el medio de adicción de miles personas y que ha dejado en la calle a familias enteras.
Las que sí han pasado al olvido, son aquellas que la gente se escribía. Cartas llenas de emoción; noticias o simplemente para contar trivialidades. Escritas con tanta inspiración por parte del remitente y esperadas con igual ansiedad por el destinatario. Es más, las palabras remitente y destinatario también han entrado en desuso.
Se tomaban muchos días, semanas o meses en llegar dependiendo de la distancia y era motivo de especial alegría cuando dándose por perdidas, aparecían. Ver la letra, un dibujo o hasta los labios pintados de un ser querido, era como tener a esa persona al frente y tenían la gran ventaja leerse y palparse una o mil veces.
Por estos días una muy querida y anciana amiga, nos contaba con gran tristeza que ha empezado a romper esas atesoradas misivas. Para ella tienen todo el valor del mundo, pero para los demás no y por eso queremos hablar en esta reflexión de otras con mensajes de vital importancia.
Pablo, Pedro y otros escribieron cartas de parte de Dios que nos enseñan y transforman; pero las que están en el último libro de la Biblia, contienen mensajes en los que con toda seguridad encaja usted. Sabemos quién es el Remitente y fueron enviadas para que las leamos y pensemos en su mensaje.
No todos los mensajes son para usted o para mí en específico, pero en alguno de ellos habla de nosotros y nos llama al orden. “Escribe al ángel de la iglesia en Efeso: El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro, dice esto:” (Apocalipsis 2:1).
Este es el encabezamiento de todas y luego habla de manera muy personal, para animar o condenar. Estas cartas tienen un mensaje con un destinatario específico y un propósito muy concreto, que no sólo vale la pena leer, sino que es definitivo aplicar para el final de los tiempos.
Es un mensaje tanto personal como colectivo, que debe hacer reflexionar sobre si estamos en el lugar indicado a la hora de hablar de denominación. “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Apocalipsis 3:22). Con toda seguridad ahí está usted!.
REFLEXIÓN: Ignorar o leer el mensaje escrito en una carta puede definir la vida o la muerte!
REFLEXIONAR EDIFICA!
- BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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