En la reflexión anterior mencionamos los casos de dos militares y la traición recibida de aquellos que consideraban sus jefes. Hoy queremos considerar lo que hubiera pasado, de haberse sabido la verdadera razón de sus muertes?.
En el caso se Romel, este era un hombre que tenía el respeto del ejército entero. La reputación de Hitler estaba muy deteriorada, se le veía como un fiasco y sólo unos leales fanáticos lo respaldaban.
En el de Urías un hombre leal, pero que en su disciplinada vida de soldado no dio lugar a que se encubriera el pecado de su rey. Así como también sin saberlo, él mismo llevó a su general la orden para ser ejecutado.
Que Romel con su reputación o Urías abriendo aquella carta, habrían desatado una verdadera revuelta entre los militares nazis y puesto en evidencia el pecado de adulterio del rey.
El acto seguido al pecado siempre será encubrirlo. No importa lo que toque hacer; amenazar, presionar, mentir, emborrachar o matar. Las misericordias de Dios, son nuevas cada mañana para aquellos que le aman y lo menos que Él espera es que nos arrepintamos y nos apartemos del pecado.
Un error trae otro más y así una cadena que puede destrozar vidas, no sólo física; sino emocional y espiritualmente hablando. Todo radica en esa naturaleza proclive al pecado, a esa triste condición de humanos caídos, pero susceptibles de ser levantados.
De ser redimidos aun cuando hemos desconocido los parámetros de Dios y perdonados cuando recibimos a Cristo. La salvación es un don recibido por Gracia, de forma gratuita y que no se pierde.
La redención es una condición que sólo se obtiene cuando se le cree a Dios y su Hijo Jesús. Las arenas movedizas del pecado están a la puerta y es nuestro deber evitarlas. Tenemos la posibilidad de saber en qué área somos vulnerables y en este orden de ideas evitar los riesgos.
Cada uno de nosotros tiene sus luchas, pero es nuestro deber reducir las probabilidades de caer. Decrecer a nuestro yo, a nuestra carne y permitir que Dios crezca en nosotros “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe“(Juan 3:30).
REFLEXIÓN: Encubrir el pecado siempre será la opción de agrandarlo y no de acabarlo!
REFLEXIONAR EDIFICA!
- BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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