En los relatos bíblicos se encuentran
algunos que exhortan, unos que asustan y otros que llenan de esperanza. Lo
interesante de todo esto, es entender que todos y cada uno de estos están
basados en realidades tan palpables como usted mismo.
Hay uno que llama poderosamente la
atención hasta de los incrédulos: se trata del libro de Jonás y todas las aventuras
generadas por una simple actitud: La desobediencia. Cuando nosotros como hijos
llamados por Dios desobedecemos, normalmente somos puestos en disciplina.
Esto ocurrió con éste hombre al que se
le había encomendado una misión específica; ir y llamar a todo un pueblo al
arrepentimiento. La historia usted la conoce y queremos centrarnos en lo
realmente importante para ésta reflexión.
Desde luego que cada parte del relato
reviste importancia y de una vigencia total en el contexto actual. Llamar a los
pueblos al arrepentimiento; fue y sigue siendo nuestra tarea en el día a día y
la dejó el Señor para todos y cada uno de nosotros.
En otras palabras, somos los Jonás de
la actualidad y estamos repartidos por todo el mundo con esta misión. Es sólo
que mientras el lector común descubre unas cosas en la Palabra si es que lo
hace, aquel que tiene al Espíritu Santo como compañero las encuentra todas.
Mientras todo el mundo se concentra en
querer saber qué pasó dentro del pez con Jonás, nadie pone atención a lo que
Dios estaba haciendo en el interior no del pez; sino del mismo Jonás. Conocido
es que luego de haber sido salvado de esta, finalmente fue a Nínive.
Obedeció a regañadientes por que su
corazón no estaba sincronizado con la voluntad de Dios. Dio el mensaje y para
su sorpresa desde el rey para abajo, todos grandes y chicos se arrepintieron y
se salvaron de la ira de Dios.
No obstante faltaba una higuera para
hacer entender a éste hombre la importancia del perdón “Y Jehová le dijo: ¿Haces tú bien en enojarte tanto?” (Jonás 4:4). Dios se la dio y Dios se la quitó para
mostrarle que nada se mueve sin su voluntad, y que si a Él se le da perdonar y
nos ha perdonado todo, por qué no perdonar al prójimo.
El relato del gran pez o ballena es
sólo parte del tratamiento que el Señor hace en el corazón de un hombre. Falta
pensar en cuál es el gran pez que Dios está usando con usted o conmigo.
Tal vez no sea un pez, de golpe es una
persona, un trabajo, un hijo o su cónyuge; haga un cuidadoso autoexamen y
descubra en que lo quiere cambiar el Señor.
REFLEXIÓN: El pez es lo de menos, lo
de más es su corazón!
REFLEXIONAR SALVA!
- BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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