En cada muerte se genera como lo vimos en reflexión anterior, un momento de desprendimiento, y dependiendo de nuestra condición espiritual lo habremos de entender. Los mismos apóstoles lo sintieron con la muerte de su maestro, pero es bueno tener en cuenta que ellos no tenían el conocimiento y evidencias bíblicas de cientos de años que nos nosotros sí tenemos.
Ellos simplemente sintieron el desamparo de un niño cuando es abandonado. Todavía les tocaba aprender y vivir mucho para interiorizar lo que su Maestro les había dicho. Y fue así como poco a poco fueron dimensionando las palabras de Jesús que hoy son esa piedra angular de nuestra fe.
Mucho se alegraron cuando entendieron lo ocurrido con su mentor; se había ido al cielo para estar a la diestra de Dios padre. ¿Qué más le hubieran podido desear a este que les había enseñado tanto y todo sobre la eternidad?
Ellos quedaron aquí en las mismas luchas que usted y yo tenemos a diario; es más, tendrían un largo camino para consolidar ese naciente cristianismo de la mano del mismo Jesús en la persona del Espíritu Santo.
Todos murieron también y no de la mejor manera “Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados” (Hebreos 11:37).
La pregunta es fácil: qué pasaría si usted tuviera que vivir como ellos lo hicieron cogidos de la fe que apenas crecía?. La respuesta es igualmente fácil: ninguno de nosotros ha experimentado prisión, tortura o destierro por la causa de Cristo, sin embargo no tenemos su fe.
Una fe probada y comprobada a través de los siglos, y que debiera exhortarnos a los creyentes e inquietar a los incrédulos. Exhortar, pues para el cristiano, la muerte es algo que esperamos desde que llegamos a Jesús y con lo que soñamos.
Cristalizar esa invitación que nos ha sido hecha tiempo atrás y que nos lleva a vivir como hijos de Dios. Inquietar, pues para el incrédulo es un llamado a recibir su condena por no haber creído en las palabras de Jesús.
Tan sencillo como complejo; premio o castigo, caliente o frio como todo lo de Dios. Algo por lo que se ha esperado por ciento de años; pero que para unos será de profundo gozo y para otros de infinita tristeza.
En qué lado de la ecuación se encuentra usted apreciado lector?. Listo para “entrar en el gozo de tu señor” (Mateo 25:23) o para oír el “…apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad” (Lucas 13:27).
REFLEXIÓN: Tan complejo como sencillo, alegría o tristeza, muerte o vida eterna!
LA REFLEXION ES PARTE DE LA VIDA!
- BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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