Cuando en la vida normal del incrédulo y aun para algunos creyentes se habla de la muerte, su repuesta es “no hable de eso”. Días atrás comentamos la partida de un apreciado amigo y hermano que simplemente se nos adelantó.
Una de dos, los “creyentes” que aún responden de esta forma no tiene seguridad de su salvación, o no se han encontrado con Cristo realmente. En lo que tiene que ver con el “incrédulo”, es de esperarse ya que tienen sólo incertidumbres para su presente y futuro.
Pero regresando a ese apreciado hermano, estuve en el servicio de recordación, y se notaban estas actitudes en los asistentes. Desde el púlpito se anunciaba que el propósito de esta reunión era recordar y celebrar la vida del difunto; pero era otro ambiente el que se percibía en los que subieron a dar algunas palabras.
Cuando alguien cercano es ascendido en su trabajo, cuando logra alguna meta propuesta que le significa bienestar para él y los suyos, nos alegramos y gozamos por lo que a él le toca.
Es propio de la gente cualquiera que sea su condición, el sentir tristeza por la separación, porque ya no va a estar con nosotros; pero debería primar la alegría por su nueva posición y condición.
Ya no va a luchar con su cuerpo, con el tráfico caótico de las ciudades, con un jefe difícil o cualquiera de las situaciones del día a día de un ser humano. Hay una verdad bíblica que debería llenar todas nuestras inquietudes “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.” (Apocalipsis 21:4).
Verdad que debiera trascender a cualquier tristeza, dolor, llanto o depresión. Es simplemente el re acomodamiento de las cargas como hacían los arrieros de mulas o camellos en el pasado.
Se trata de un llegar al sitio que llevamos anhelando por años y que por fin abre sus puertas para nosotros. Este debería ser el sentir de cada persona que ha confiado en Jesús y tomarlo como una prueba más de fe en lo que Él nos ofreció.
“…si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:3). Esto fue lo que Él mismo nos ofreció al partir y aunque sus discípulos también sintieron tristeza, más les pudo el gozo de haber estado con Él y lo que viene.
REFLEXIÓN: Alegrarnos por la partida de alguien es otra prueba de nuestra fe!
LA REFLEXIÓN ES PARTE DE LA VIDA!
- BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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