“Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la
justicia, la piedad, la fe, el
amor, la paciencia, la mansedumbre”
(1 Timoteo 6:11)
En
un mundo tan apartado de Dios, la piedad en el buen sentido de la palabra, no
se considera una opción. Tal vez se busque algo parecido en parámetros
humanistas; pero aquella vida recta que
Dios quiere de nosotros y de la cual forma parte la piedad; es considerada una
utopía y aquel que la busca se constituye en elemento indeseable.
La
naturaleza caída en Adán, nos ha hecho esclavos del pecado y nos margina de
algo que sólo Dios tiene y quiere darnos.
Observamos la naturalidad con la que se peca, la pasmosa velocidad con
la que nuestros miembros obedecen al pecado y la amplia aceptación que tiene
este comportamiento en la sociedad.
Tal
y como lo describe el apóstol Pablo, es la ley del pecado en nuestros miembros
y sus consecuencias, las que se imponen por lo pronto en nosotros; sin
embargo Dios nos da las herramientas
para cambiar el rumbo de nuestras acciones en su Hijo Jesús.
Aceptar
nuestra condición de pecado es el primer paso, buscar al señor Jesucristo aceptándole
como nuestro Salvador el segundo, arrepentirnos, apartarnos del mismo el
tercero, para luego permitir que el Espíritu Santo comience a trabajar en
nosotros en el proceso de santificación. Un día seremos no sólo piadosos, justos,
pacientes o mansos, sino perfectos en un abrir y cerrar de ojos por Gracia en
la segunda venida de Cristo. Hagamos la tarea encomendada y Dios se encargará
del resto.
PREGUNTA:
Anda usted en busca de la piedad?
MEDITELO Y DECIDA!
- REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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