Muchos podemos decir que somos, pero
cuántos realmente “lo” somos es la pregunta de hoy. En el relato bíblico de hoy
nos encontramos con una evidente falta de disposición por parte de los llamados
a ejercer el sacerdocio e incluimos la realidad actual.
Hablamos del pueblo de Dios en tiempos
antiguos y de personas que habían sido puestas por el Señor para ejercer las
tareas propias del ministerio. Si ha leído la Biblia sabrá que de las doce
tribus de Israel, Él mismo separó a los de Levi para el servicio y a unos pocos
dispuso como sacerdotes.
Todas las otras once podían
desempeñarse en tareas diversas; para el ejército, la agricultura, el pastoreo,
la herrería y en fin todo lo que compromete la vida de un pueblo. A los sacerdotes
y levitas no sólo se les encargó el ministerio, sino que tenían condiciones
especiales como las tierras para vivir y debían ser sostenidos por las demás
tribus.
Cuántas noticias encontramos hoy, de miembros
de todos los credos y religiones referentes a su falta de integridad. Si reflexionamos sobre nosotros mismos,
tendremos un buen punto de partida.
Es fácil andar por ahí despachando
críticas e insultos contra la gente, de lo que se hace en el gobierno o no y
normalmente la gente nunca está contenta con lo que se logra; pero cuando
examinamos nuestro interior el resultado no está lejos de lo mismo.
Hay muchos que se dan por llamados a
ejercer labores propias de un ministerio; pero nos encontramos con que son muy
pocos los que tiene un corazón realmente dispuesto para el servicio.
La Biblia habla muy claro de los
asalariados o de aquellos que se han dedicado a trabajar para una religión;
simplemente por que no encajan en otro
círculo de la sociedad productiva y desafortunadamente hay muchos.
Profesiones que se limitan a vivir de
las que son realmente productivas en la economía de un país. Existe una gran
diferencia entre la empresa privada y la pública, los primeros pagan los
impuestos y sostienen el estado, los segundos viven del presupuesto y esto
también aplica al círculo de los que “trabajan” para Dios.
En tiempos del rey Ezequías, se
determinó la reconstrucción del templo destruido para dar culto a Dios, no
obstante se encontró que los realmente interesados en hacerlo no eran los
llamados para esto “porque los levitas fueron más rectos de corazón para santificarse que los sacerdotes” (2 Crónicas 29:34).
Que la tarea que usted desempeña para
Dios, sea con un genuino deseo de servicio y no como aquellos sacerdotes o
ministros que no pasan de ser asalariados para una religión. Ya sea de ujier,
maestro en la escuela dominical o barriendo el templo, que lo haga con un
corazón de siervo delante del Señor.
REFLEXIÓN: Alguien dijo ser o no ser
es la cuestión, la Biblia dice siervo o asalariado!
REFLEXIONAR SALVA!
- BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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