La debilidad más grande de los seres creados
se deja ver cuando el poder se les sube a la cabeza; no importa si es un ángel,
un rey, o el más pobre de los
terrestres. Siempre dejará ver su lado poco amable cuando crea que nada lo
puede alcanzar, pero es ahí comienza su fin.
No hay que ir muy lejos en la historia
para encontrar ejemplos; un austriaco desadaptado en Alemania habló de haber creado un
movimiento y régimen que duraría mil años y no llegó a los quince; ahora poco
un militar golpista en Venezuela pregonó progreso socialista para todos y acabó
con su país.
No sólo su gente está esparcida por el
mundo, sino que cuando se atrevió a burlarse de Cristo en público, un cáncer lo
calló para siempre. Como estos hay muchos ejemplos en el mundo antiguo y
contemporáneo.
De algunos leemos y de otros lo
podemos ver con nuestros propios ojos; faltan muchos que en poder, buscándolo o
habiéndolo dejado, siguen con su orgullo esperando ser destruidos por el
Creador que niegan en su vidas.
No sólo con el mundo gentil se ha
visto y lo veremos, también pasó con el pueblo escogido de Dios. Muchos de los
reyes de Israel se encargaron de buscarle y otros lo rechazaron; pero en todos
se vio su merecido final “Mas cuando ya era fuerte, su corazón se enalteció para su ruina; porque se rebeló contra Jehová su Dios….” (2 Crónicas 26:16).
Obvio que esto no sólo se remite a los
gobernantes o reyes, nos toca a usted y a mí; le ha tocado a los imperios a
través de la historia y sólo falta leer un poco para ver cómo han caído y
siguen cayendo.
Todo y todos se desmoronan cuando
dejamos a Dios de lado; cuando creemos que lo tenemos todo o que lo merecemos
todo. Ocurrió con un personaje creado por Dios y puesto por Él mismo en un
puesto especial “Lucifer”.
Como la reflexión llama, el orgullo siempre hará su trabajo en los seres
vivientes, desde los ángeles hasta los hombres de carne y hueso. Todos estamos
expuestos y la tarea es ver qué tan cerca o lejos estamos de Dios.
Qué tanto contemplamos al Señor en
nuestras vidas; conozco de primera mano varios casos en que hombres impíos han
maldecido a creyentes fieles y están muertos o en desgracia. Si el hombre no
conoce de Dios, es por ese mismo orgullo lo hace pensar que puede prescindir de
Él.
REFLEXIÓN: El orgullo no está lejos,
está a un solo un paso de usted, cuidado!
REFLEXIONAR SALVA!
- BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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