En Lucas tres, Juan, primo de sangre
del señor Jesucristo, exhorta a todo el mundo frente a una realidad vigente todavía: Arrepentimiento!. Esto es algo que Dios espera de todos y cada
uno de los seres humanos; el problema es que no todos están dispuestos a
hacerlo.
Así como el Señor ha predestinado a la
humanidad entera para ser salva de la perdición, existen
ciertos requisitos que aunque sencillos, el hombre del común se resiste a
cumplir. A éste hombre que mencionamos, le es más fácil someterse a
sacrificios impuestos por otros hombres, que pronunciar un simple: Perdón!
Siempre dispuesto a creer y cumplir con reglas
que ni siquiera los mismos religiosos están en capacidad de cumplir, en lugar de hacer las cosas simples y correctas de la vida en Dios “le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y
les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro
salario“(Lucas 3:14).
En éste verso Juan responde entre
otras una pregunta de unos servidores públicos de la época; muchas eran las preguntas de
religiosos, militares, publicanos, saduceos y el pueblo en general; que impresionados por
las cosas que hacía y decía, pensaban que les era necesario hacer cosas inalcanzables para acercarse a Dios.
Sólo les dijo: que no fueran
corruptos y ese es el estado que tristemente aplica a todos y cada uno de los seres
humanos hoy. Hay robo, mentira, adulterio, homosexualidad, alcohol, drogadicción y todo apunta a una sociedad degradada en la que todo es
aceptable.
Triste, pero así es; un mundo tan
acostumbrado al pecado y lo que ésta condición implica, que a lo bueno se le
llama malo y viceversa. Dios quiere sacarnos de ésta condición y lo único
que debemos hacer es entender la necesidad de Cristo para lograrlo.
No se trata de cargar ídolos de yeso o
madera por kilómetros o flagelarse con cadenas; se trata de no robar, mentir o adulterar más; se trata de vivir
como todos y cada uno de nosotros quisiera en el fondo del corazón.
Que mejor que un mundo sustraído de todos
esos vicios para nuestros hijos; pero nadie quiere dar el paso. Esa
recomendación de Juan en tiempos de Jesús, es la misma que Dios sigue
haciendo hoy; dejar atrás la condición de pecado y encarar la
transformación que sólo Él puede lograr con su Espíritu en nosotros.
A experimentar contentamiento con
nuestro salario y lo que el Señor ha dispuesto para nosotros; no
obstante el hombre quiere siempre más. A un multimillonario se le preguntó una vez, sobre lo que esperaba de la vida y contestó: Un
millón más!.
Que no sea ésta su respuesta apreciado
lector; no por un millón mas, sino por que siempre busca un trabajo, un carro o
una casa mejor.
REFLEXIÓN: Lo más fácil es lo más difícil
de obedecer!
REFLEXIÓN QUE CAMBIA!
- BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
¡COMPARTA DE GRACIA, LO
QUE DE GRACIA RECIBE!
Síganos
en Twitter:
@ReflexionBi