jueves, 1 de octubre de 2015

VESTIDOS Y RESTIDOS



“Vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4:24)
Todo tiene su tiempo y lugar, y para cada ocasión hay un atuendo dependiendo del entorno y circunstancia. En de este orden de ideas, lo que si es cierto es que para presentarnos un día delante de Dios, debemos hacerlo de la manera adecuada.

No podemos llegar con los harapos del mundo y de ahí la importancia de contemplar el verso que nos asiste hoy. Empezar a hacer los ajustes que nos vistan de la forma indicada y con algo claro, que no servirá el traje más costoso o del diseñador más cotizado. 

Deberíamos empezar vistiéndonos de cilicio en señal de culpa y arrepentimiento frente al pecado como lo hacía el pueblo judío “Vestíos de cilicio, endechad y aullad; porque la ira de Jehová no se ha apartado de nosotros” (Jeremías 4:8). No podemos pretender vestirnos de blanco sin pureza y luego de haber vivido en la inmundicia por varios años.

Debemos llamar cada cosa por su nombre y la verdad es que cuando se ha vivido en el mundo, nada limpio trae el balance. Alguien se dará por aludido; pero el mundo es sucio y manifiesta es la materia prima del traje antes de conocer a Cristo (Gálatas 5:19). Fornicación, adulterio, mentira, asesinato, lascivia, hurto y corrupción en todo sentido que crea un abismo entre Dios y nosotros.

El mejor vestido no hará que nos veamos limpios y como reza el dicho: “el mono aunque se vista de seda, mono se queda” (Efesios 4:24). Debemos recurrir al Señor como el único diseñador capaz de cambiar tanta vileza en santidad; al fin y al cabo fue Él quien diseño una tierra perfecta y nosotros quienes la pusimos bajo maldición.

Obviamente este es un proceso y sólo el acompañamiento del Espíritu Santo lo puede sacar adelante; pero se necesita una decisión radical de cambio. No es cuestión de aguas tibias, pues ante el mundo podemos aparentar con una marquilla falsa de las que abundan, pero delante de Dios no.

Una vez en el proceso, debemos asegurarnos de estar no sólo vestidos de limpieza y santidad; sino cubiertos con un abrigo, que nos guarde de lo que hemos dejado atrás. Para esto también Dios ha provisto algo: Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo” (Efesios 6:11).

Que no lleguemos hasta el letrero: “Nos reservamos el derecho de admisión” por estar mal vestidos.

PREGUNTA: Ya está usted en contacto con Cristo como para cambiar de vestido?

REFLEXIONE Y DECIDA!
- REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –

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