La Palabra de Dios es tan clara en sus
apreciaciones, que nos parece imposible que no llegue al entendimiento de
muchas personas. Es mas, que no llegue al corazón de la mayoría de las personas
que la escuchan.
Cuando a usted le dicen que el avión
en el que va a viajar está fallando, usted se rehúsa a abordarlo no importando
que se pierdan las vacaciones o alguna cita de trabajo. Si entendemos esta
circunstancia tan cercana a cada uno de nosotros y tenemos la capacidad de
dimensionar las consecuencias de algo
así, cómo no podemos hacerlo con la eternidad?
Tal vez es precisamente por que este
tipo de eventos como el del avión lo tenemos hoy y aquí, pero la eternidad la
vemos como algo intangible y tan lejano que subestimamos su alcance.
Nos dedicamos a racionalizar el asunto
y por esa lejanía con que la vemos, creemos que tenemos el tiempo suficiente
para planear y decidir; pero resulta que esa eternidad puede estar a un segundo
de ser enfrentada.
Tal vez ya no podamos respirar el siguiente minuto en razón de un infarto fulminante, y esa eternidad que parecía tan
lejana se convierte en un ahora. En este momento se habrá echado la suerte con
respecto a cada uno de nosotros y no mañana.
No será un tema de decidir si sube o
no a un avión fallando, será un aceptar lo que en vida escogió “El que en él cree, no es condenado;
pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del
unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:18).
Tal y como lo dice el
verso de Juan 3, ya habrá sido condenado el que no tomó su decisión por el
Hijo de Dios. El Señor se ha tomado mucho tiempo con usted y en la mayor parte
de la Biblia trata de persuadirlo para tomar esa decisión.
No habrá lugar a queja,
a reclamo o súplica y el departamento de experiencia al cliente del infierno no
le podrá solucionar nada. No habrá tráfico de influencias o palanca como se
dice en Latino América; simplemente usted escogió, usted dijo no al único que
lo podía librar de la muerte.
La única esperanza ha sido y es Cristo, a esas
alturas ya no habrá nada ni nadie “Sino en Dios que resucita a los muertos; el cual nos libró, y nos
libra, y en quien esperamos que aún nos librará, de tan gran muerte” (2 Corintios 1:9,10).
El verso anterior todavía aplica; libra y librará hasta el regreso de Cristo o
el día de la muerte; pero después de ésta será un “libraba”.
REFLEXIÓN:
Cuando a mí me dicen que algo o alguien me puede salvar de la muerte, no lo
pienso dos veces!
REFLEXIÓN QUE CAMBIA!
- BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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