Dentro de los relatos que encontramos
en la Biblia, muchas veces pasamos detalles que pueden constituirse en ejemplos
de vida para nosotros. Son datos claves en la vida de incrédulos que fueron
instrumentos de Dios para sus propósitos.
Todos conocemos aunque sea a grosso
modo la vida de Moisés; las circunstancias de su nacimiento, de cómo fue
ocultado por sus padres en un tiempo en el que el rey de Egipto, había mandado
asesinar a los niños recién nacidos y cómo fue salvado de un rio infestado de
cocodrilos.
Sabemos que a sus cuarenta años
decidió acercarse a su pueblo, que era el israelita y no el egipcio que lo
había adoptado. Fue criado como un miembro de la familia real, educado y
afincado en sus creencias, no obstante decidió renunciar a ser heredero de Egipto.
Su llamado era otro, era el de ser
instrumento de Dios y sacar a su pueblo de la esclavitud. A la sombra de estos
eventos, encontramos como un no creyente, la hija de faraón y princesa egipcia,
lo salva de las aguas y le cambia la vida de forma radical.
Así como un día Rut la moabita y Rahab
la prostituta de Jericó, decidieron volverse a Dios, ésta mujer paso de princesa
de la nación más poderosa de su tiempo a llamarse Bitia y formar parte del
pueblo de Israel “Y los hijos de
Esdras: Jeter, Mered, Efer y Jalón; también engendró a María, a Samai y a Isba
padre de Estemoa. Y su mujer Jehudaía dio a luz a Jered padre de Gedor, a Heber
padre de Soco y a Jecutiel padre de Zanoa. Estos fueron los hijos de Bitia hija
de Faraón, con la cual casó Mered” (1 Crónicas 4:17).
Bitia, que significa “hija de Dios”,
vino a ser parte de la familia de Judá y rehusó ser hija de faraón, para ser
hija de Jehová dios de Israel. Ella y muchos otros que inclusive no figuran en
los textos sagrados, dejaron un día de pertenecer al mundo, para convertirse en
hijos del Altísimo.
No hay mayor diferencia entre esos
tiempos y lo que ocurre hoy. No hay que cumplir con ritos especiales o cargar con
obras como enseña para ser Sus hijos, es sólo aceptar a Cristo como el “Salvador”.
Así como ella cambió de nombre en
aquel día, nosotros pasamos de llamarnos Jorge o Luis, para figurar en el libro
de la vida, con otro nombre que sólo conoceremos en la presencia de Dios Padre.
REFLEXIÓN: No hace falta un proceso
jurídico de hombres, para cambiar de nombre!
REFLEXIÓN QUE CAMBIA!
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BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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