“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la
polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos
tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones
no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también
vuestro corazón” (Mateo
6:19.21)
Cada vez que ofrecemos un saludo
cualquiera que sea, pensamos cuáles serán las palabras adecuadas y marquen la
vida del objeto de éste saludo. Hace unos días nos encontramos con el de nuevo
año y muchos piensan que desear éxito en el nuevo año, es lo que necesita ese amigo
o familiar.
No obstante existe una gran diferencia
entre el éxito y la bendición. El éxito
del mundo está enmarcado en factores económicos o intelectuales, la bendición proviene
de Dios e implica todas las facetas del ser humano.
Es por esto que si tuviéramos la
oportunidad de escoger entre dar un millón de dólares y unos cuantos versos de
la Biblia, lo indicado sería lo segundo. No hay nada que se equipare al conocimiento
de la palabra de Dios; el dinero puede dar un bienestar momentáneo; pero la
Palabra dará uno eterno.
Tal vez con este dinero se compren
cosas y se adquiera conocimiento en el mejor de los casos; pero con esto sólo se
está atesorando desgracia. La Palabra abre la puerta a las bendiciones de Dios
que incluyen no sólo la provisión necesaria para éste mundo, sino la vida
eterna en Cristo.
El plan de Dios es proveer al hombre
de un lugar en Su familia y hacerle ver que la vida en este mundo y en esta
carne, es de carácter pasajero. Que nuestro paso por esta tierra y por este
cuerpo no pasa de ser un tiempo destinado, para descubrir esta verdad tan
definitiva.
El éxito revierte en un paulatino alejamiento de Dios y sus verdades; el hombre
atesora todo lo que puede, como si su funeral incluyera una mudanza.
El verso de hoy en muy claro y deja ver
a aquellos que “sólo tienen cosas”
REFLEXIONE Y DECIDA!
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REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
¡SI EN ALGO LE HA
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