“Ojalá callarais por completo, porque esto os fuera
sabiduría.” (Job 13:5)
Frente a una
calamidad el Señor nos invita a acompañar a los que sufren; pero cuál es la
forma indicada de hacerlo. Muchos comparten experiencias propias o ajenas en
las que se pretende conmover al oyente, otros hablan de pruebas y el estoicismo
que hay que desarrollar frente a ellas.
En el mejor de los
casos alguien habla de Dios y el plan que siempre tiene a través de éstas para
acercar al que está lejos o formar al que ha creído. Esto es cierto y perfectamente
bíblico; pero cómo pretender que alguien en angustia entienda esto?
Así como es
complicado esperar que un hambriento entienda de la importancia de la nutrición,
de la misma forma una persona en intenso dolor o angustia no puede dimensionar los
propósitos de Dios.
Un ejemplo claro es
el de Job; éste era un hombre piadoso y con temor de Dios que lo perdió todo.
Posesiones, hijos y hasta su salud; sin embargo ahí estuvo firme y esperando en
quien lo da todo y también quita.
La posición de su
esposa no fue la mejor, pues lo retó a renegar de Dios y morirse, así como tampoco
la de sus amigos, que llegaron a recriminarlo por el posible pecado causante de
su desgracia.
Muchas veces me
pregunto, qué decir a alguien que ha perdido un ser querido en circunstancias
que parecen absurdas. Buenas, cómo está, lo siento, reciba nuestro pesar; pero
todas estas frases no pasan de ser huecas muletas sin consuelo.
Frente a todo esto lo
indicado es callar, escuchar y si es el caso un abrazo que transmita
solidaridad, compañía y el amor de Dios. No es fácil y muchas veces preferimos
evitar estas situaciones; pero a qué nos llama Dios?
Dejemos ver al Dios que
todo lo puede con un simple: “Aquí estoy”
PREGUNTA: Que hace o
dice usted?
REFLEXIONE Y DECIDA!
- REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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