“Y vosotros, padres, no
provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Efesios 6:4)
Días atrás
un amigo me presentó a una señora que fue su maestra durante el colegio; si el
amigo tiene unos setenta años, ya puede imaginar la de aquella damita en la que
resaltaba su rigidez de carácter para educar.
Conversamos
sobre la importancia de impartir principios y normas destacando la rigidez y la
disciplina que hoy se considera obsoleta. Aquella anciana de gentil
aspecto hacía quedar a aquel niño (mi amigo) después de clase de pie por un
largo rato en el patio del colegio, en una ciudad con una temperatura promedio
de 38 grados centígrados y esto con el ánimo de hacerle recapacitar sobre sus
faltas.
Yo vi marcada mi vida de una manera especial por un profesor de lengua castellana
en la secundaria y un coronel de la Fuerza Aérea en mi carrera de aviación. Con el primero aprendí a
conjugar los verbos en todos sus tiempos y a expresarme de la forma adecuada en
éste rico idioma y con el segundo a volar con seguridad y disciplina.
Se le llamaba “peón imberbe” al que hablaba incorrectamente el idioma y de hecho esta es una palabra que ya no figura en el diccionario, pero significa inexperto o inmaduro. En aviación se me bloqueaba el compensador longitudinal o de nariz al avión durante un vuelo entero con las implicaciones de una aeronave dificil de controlar y sólo para enseñar a cumplir con los procedimientos a tiempo.
La Biblia
enseña y de muchas maneras la importancia de instruir, enseñar, orientar,
formar y disciplinar a los jóvenes. Nos da todas las herramientas necesarias
para lograrlo y si no lo hacemos es por que no queremos.
El cristiano
de hoy recibe claras instrucciones de comportamiento de parte de Dios (2Timoteo 3:16,17), pero su desobediencia queda a
la vista. Como hijo de Dios se espera
provisión, cuidado y se experimenta frustración frente al resultado.
Esta reflexión
nos recuerda la importancia de la obediencia; que bueno es poder bendecir a los
hijos con lo necesario y un poco más; pero es más importante formarlos.
Dios ha prometido provisíón, nos da lo necesario y eventualmente nos bendice con algo más; pero vale la pena aclarar lo que es importante.
Dios ha prometido provisíón, nos da lo necesario y eventualmente nos bendice con algo más; pero vale la pena aclarar lo que es importante.
La bendición
o la disciplina vienen del Señor y la pregunta es: Seguiría siendo Dios perfecto y justo para usted si pasara por alto el pecado?
En la
permisividad no se crece como sí se hace en la disciplina; entonces debemos ser
más gratos con Dios y con aquellos que en su rigidez nos enseñan y dejan huella. Qué decir del Señor, que en su
perfección no puede negarse como el Dios perfecto que es.
Ni para
bendecir, ni para disciplinar, gracias Señor!
PREGUNTA: Cómo aprende usted más de
Dios?
REFLEXIONE Y DECIDA!
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REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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