“Poned la mira en
las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Colosenses 3:2)
En
el día a día del hombre del corriente, su propósito no va más allá de lo que
sus ojos ven o sus sentidos perciben. El problema radica en que su vista, a
pesar de su largo alcance, llega hasta un punto determinado y sus sentidos,
aunque más volátiles, no traspasan el placer momentáneo.
En
este orden de ideas sus objetivos se concentran en adquirir un conocimiento para solucionar lo
inmediato. Soluciones a corto plazo, que a lo sumo van hasta el final de su
vida terrenal y a esto lo podemos llamar un objetivo común.
Dios
nos ha prometido ese objetivo común que tanto perseguimos, espera que lo demos por hecho y lo hace al proveernos
el diario en todo sentido: salud, alimento, techo, abrigo y otras cosas que ni
siquiera advertimos o valoramos.
El
asunto radica en que Él no quiere que el hombre se quede en propósitos tan comunes,
puesto que son parte de una vida biológica básica. Dios quiere que éste ponga
su mirada en lo alto y no solamente en lo terrenal.
Es
totalmente consciente de la necesidad de buscar de algo más allá del simple
bienestar terrenal. La vida no acaba aquí en la tierra y se traslada a una
instancia que va por toda la eternidad.
La
vida terrenal es apenas un espacio destinado a buscar ese más allá con Dios. Es
la oportunidad de restablecer esa relación que un día se rompió con Él. Es como
si un padre regala a su niño un juguete costoso y éste centra su atención en jugar
con el empaque dejando de lado lo que costó realmente.
La
humanidad se ha quedado en las minucias y no quiere ir a lo importante. Se ha
quedado en la entrada y no quiere comer el plato fuerte. Es por eso que Dios espera
pacientemente a que Su creación empiece a escuchar y no se limite a oír.
PREGUNTA:
Qué prefiere usted el juguete o el empaque?
REFLEXIONE Y DECIDA!
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REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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