“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que
permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí
nada podéis hacer. …Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en
vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.” (Juan 15: 5-8)
Hoy es primero de enero del nuevo año
y podemos asegurar que nada sustancial en la vida de las personas cambió. En la
pasada reflexión tocábamos el tema y
tal vez hubo mucha actividad en las dos pasadas semanas, que contrasta con el
día de hoy en su soledad y desesperanza.
Será que los propósitos que se
plantearon al tocar las doce de la noche llegaran al fin del primer día del
año?. Lo que si debe estar vigente a
esta hora en algunos es la resaca o guayabo que llaman. Los excesos, no sólo en
alcohol, sino en comida comienzan a pasar la factura.
Lamentablemente muchos de estos
excesos tienen a muchos ahora mismo en un hospital, en una morgue y en el mejor
de los casos al comienzo del pago las tarjetas de crédito que los permitieron.
Nuevamente se plantea si tanto el balance del año anterior como los propósitos
del nuevo tiene algún fin.
Dejar de fumar o beber, volverse fiel
al matrimonio o el más popular que es bajar de peso, representa en principio un
buen deseo; pero será que hay la capacidad de resolución y dominio propio como
para mantenerse en el camino y sacarlo adelante?
Estos propósitos son más antiguos de
lo que todos pueden pensar y nos llevan a la cultura babilónica unos tres mil
años atrás, en tiempos en los que se creía en un cambio de etapa por eventos
místicos en la media noche del 31 de diciembre y que permitían que estas
decisiones se cristalizaran.
No obstante y como lo vemos en cada año, la gran mayoría sino la
totalidad de estos propósitos se quedan en el aire. Propósito o intención puede
considerarse lo mismo y nos encontramos con que el camino al infierno está
lleno de buenas de éstas intenciones.
Debemos tener en cuenta que si estos
están fuera de la voluntad de Dios, nada ha de prosperar. Sin la intervención
directa del Señor no hay nada que hacer o si lo que se propone no le va a dar
la Gloria a Él. Dios mismo pone en nuestros corazones tanto el fin como los
medios para hacerlo y nos da seguridades como lo muestra Filipenses 4:13.
Que nuestras metas sean crecer
espiritualmente y vivir la Palabra, leer más la Biblia, estudiarla y
desarrollar intimidad con Dios; enriquecer el tiempo de oración o simplemente
obedecer. Hay muchos propósitos que transformaran su vida, pero de la mano de
Dios.
PREGUNTA: Será tiempo de replantear
sus propósitos?
REFLEXIONE Y DECIDA!
-
REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
¡SI EN ALGO LE HA
ENRIQUECIDO ESTA REFLEXIÓN, NO OLVIDE COMPARTIRLA!