“No faltó palabra de
todas las buenas promesas que
Jehová había hecho a la casa de Israel; todo se cumplió” (Josué 21:45)
Cuando una persona entra en la adquisición
de un inmueble, suscribe una promesa de compra venta en la que se plasman todos
los asuntos relativos al negocio para darle seriedad.
Una vez suscrito, no existe
posibilidad de alterarlo y menos cuando ha sido autenticado por un notario. En
este orden de ideas las cláusulas descritas en dicho contrato han de cumplirse
indefectiblemente o se incurrirá en sanciones.
Al momento de hacerse cristianos por
la Gracia de Dios, algunos entienden que su nueva condición radica en esperar que
sean cubiertos sus requerimientos en salud, economía, trabajo y otros. El enfoque
se hace más fuerte en pedir que en poner su mirada en lo que representa ese
Dios proveedor.
Algunos enseñan sobre la necesidad de
pedir y esto es válido hasta cierto punto, pues Cristo nos enseñó a orar y a
esperar en la voluntad del Padre; pero lo que sí es cierto, es que Sus promesas
ya están dadas para los que aceptan ser hijos de Dios y al igual que en el
contrato de compra venta, éstos términos son inamovibles.
Bendición o maldición frente a una fe
que obedece los parámetros de Dios o no y Él no necesita que se lo recordemos.
Dentro de las bendiciones se incluyen todas estas variantes mencionadas y lo
único que se debe hacer es esperar en Él y en Su tiempo.
Es muy fácil desarrollar este espíritu
pedigüeño, pero qué tanto se agradece o conoce a Aquel en quien esperan. Más
cuando se enseñan doctrinas de sanidad o lenguas ya no vigentes y equiparables
a las que sólo predican prosperidad.
Es importante confiar en las promesas
de Dios y apropiarse de ellas antes de seguir pidiendo. El meollo del asunto
está en conformar cada día más el carácter a Aquel que las dio, en desarrollar el
sentido de contentamiento que Él espera y buscar sabiduría en vez de las cosas
que se ven.
PREMESA: Es su constante pedir y
pedir?
REFLEXIONE Y DECIDA!
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REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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