“Era
Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo
soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto” (Génesis 17:1)
Si analizamos el comportamiento del
creyente, nos encontramos con una serie de detalles que aún no demuestran la
transformación que Dios espera. El apóstol Pablo hizo una petición reiterada para
que Dios le quitara algo de su vida (2 Corintios
12:17), no obstante es de resaltar que Dios no lo hizo para que se
mantuviera dependiendo de Él.
Conocedor de nuestra condición de caídos,
Dios como lo relata el verso de hoy dio la instrucción a Abraham de andar y ser
perfecto. La perfección en los parámetros del hombre, se define como un cúmulo
de detalles inobjetables; pero lo que sí quiso decir Dios, fue que su vida y
pensamiento fueran “sinceros”.
Sinceridad no sólo de palabra, sino en
lo que habita en el corazón que es lo más importante. En otras oportunidades
hemos tocado el tema y vemos como el que usted o yo digamos “si”, no implica siempre
que estemos de acuerdo.
La Biblia describe una historia en la
que un padre da una instrucción a sus dos hijos, uno se rehúsa de plano y el
otro acepta en apariencia; pero el resultado es que el que en principio la
rechazó terminó cumpliéndola y el que dijo si no lo hizo.
La perfección que Dios requiere de
Abraham y de nosotros, tiene que ver con un asunto de honestidad y de
integridad en nuestro carácter por encima de un resultado con buena apariencia.
Es importante evaluar como siempre
cuáles son nuestras motivaciones, desde los asuntos más triviales y así ser aceptos
en los importantes para Dios; pero para esto debemos depender de Él ya que nada
hacemos con lograr una tesis laureada si seguimos hablando mal del que está al
lado.
PREGUNTA: Con qué nivel de exigencia
desarrolla su pensamiento y vida en el día a día?
REFLEXIONE Y DECIDA!
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REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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