“Y las enseñaréis a vuestros hijos,
hablando de ellas cuando te sientes en tu casa, cuando andes por el camino, cuando te acuestes, y cuando te levantes” (Deuteronomio 11:19)
Entre otras acepciones, llamamos esponjas
a una especie de animales marinos o a fragmentos de un material que sirve para
absorber líquidos. Estas son dos acepciones que no nos interesan, pues hoy
queremos referirnos a la capacidad de recepción de los niños y la importancia
de aprovecharla en el proceso de aprendizaje.
La Biblia nos habla de cómo Dios desde
la antigüedad, ordena a su pueblo instruir a las nuevas generaciones sobre
quién es Él, a dejar mojones que les recuerden Sus prodigios en la tarea de protegerlos
o simplemente llevar en el día a día el conocimiento de la ley.
El tema que nos ocupa es vital para la
supervivencia del hombre no sólo a nivel terrenal, sino espiritual y se
proyecta hasta la eternidad. Sólo las enseñanzas transmitidas de generación en generación
hace que en un pueblo permanezca cerca o alejado de Dios y más cuando de esto
depende la bendición o la maldición.
En el caso personal con mi esposa,
nuestro hijo fue entregado en oración a Dios
desde antes de ser concebido, durante el embarazo lo vinculamos al
devocional y fue así como escuchó Palabra cada noche antes de nacer. De niño
escuchó rondas infantiles e historias cristianas y aunque conoce todas las comerciales
de su tiempo como Toy Story o Dinosaurio; las que realmente lo impactaron para
su presente cerca del Señor, fueron las bíblicas como Jonás, David o Daniel.
Hace una gran diferencia ministrar a los
niños desde su tierna infancia con los asuntos de Dios; pero los adultos
subestimamos sus capacidades y los entregamos a la televisión. Ellos son como
las esponjas que mencionamos al principio, que absorben tanto lo bueno como lo
malo y de esto dependerá un día su decisión o no por Cristo como su salvador.
Es importante recordar que la primera
responsabilidad como padres, es guiar a nuestros hijos espiritualmente; no se
puede dejar de lado la provisión y el cuidado; pero nada nos hará más
responsables delante de Dios que haberles enseñado o no quién es Él.
PREGUNTA: Con qué ha permeado usted
sus esponjas, con Dios o con el mundo?
REFLEXIONE Y DECIDA!
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REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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