“Hijitos míos, estas
cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a
Jesucristo el justo” (1
Juan 2:1)
Cuando buscamos de Dios y en Su Gracia
llegamos a los pies de Cristo, recibimos la salvación, el Espíritu Santo viene a morar en nosotros, somos llamados
nominalmente “santos” y pasamos a ser parte de la familia de Dios mismo al ser
considerados sus hijos.
A pesar de esa santidad que sólo es de
carácter nominal, no logramos la
perfección y esto implica seguir fallando, seguir pecando y en una lucha
permanente entre la carne y el espíritu. Obviamente pasamos a una instancia en
la cual, pecar en cualquiera de sus facetas ya no nos es tan normal como cuando
éramos parte del mundo.
La Biblia dice que el espíritu está
dispuesto al llamado de Dios, pero la carne es débil y no hay que ir muy lejos
para confirmarlo, pues lo vemos en nuestros pensamientos, palabras y acciones.
En este orden de ideas nuestro deber como “genuinos” creyentes, es estar a paz
y salvo de manera permanentemente con el Señor.
Cuando nos cae un mugre en el ojo, no
esperamos hasta el fin de semana para sacarlo, de manera inmediata tomamos
acción so riesgo de perderlo. De la misma forma el reconocer el pecado,
arrepentirnos, pedir perdón y alejarnos del mismo, debe ser una práctica inmediata para estar a
cuentas con Dios.
Esto no quiere decir que vamos a
dedicarnos a pecar deliberadamente y que Dios siempre estará presto a perdonar
sobre la base de un NO cambio; pero sí es ahí y
en el momento cuando se debe tomar acción “¿Qué,
pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera” (Romanos 6:15).
Esta práctica de corazón, nos
garantiza una relación más fluida con Dios; aunque no aseguramos fluidez completa,
ya que siempre estaremos expuestos a situaciones que no son del agrado de Dios.
Esto implica que no sólo fuimos
salvados por Cristo por su sangre; sino que también somos permanentemente
sanados y apoyados por su Espíritu “…orad unos por otros, para que seáis sanados” (Santiago 5:16), en un
proceso de santificación que irá hasta que abandonemos nuestra condición de
carne.
PREGUNTA: Cómo están sus cuentas con
Dios ahora mismo?
REFLEXIONE Y DECIDA!
-
REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
¡SI EN ALGO LE HA
ENRIQUECIDO ESTA REFLEXIÓN, NO OLVIDE COMPARTIRLA!