“Así, pues,
téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los
misterios de Dios. Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno
sea hallado fiel.” (1Corintios 4:1,2)
El tema de si el líder del hogar es el
padre, la madre o el hijo no es algo en discusión. Este y muchos de los temas
que se incluyen en el roll de la familia así como la vida del ser humano, están
claramente definidos de parte de Dios en la Biblia.
Es sólo que el hombre siempre ha
pretendido ir por donde le place y no acoger estas normas que buscan su bienestar.
No las quiere seguir o las desconoce y siempre ha querido seguir su propia
voluntad. Así como la gravedad es una ley contra la que no se puede hacer nada por
que todo lo que sube baja impajaritablemente, el hombre pretende romper las
normas de Dios con un resultado apenas obvio.
Aún en el caso del creyente que no
profundiza en la Palabra o por negligencia, suelen verse comportamientos
erróneos y que desdibujan la voluntad de Dios para su iglesia. Muchos son los
casos de miembros que ven afectadas sus vidas personales y familiares por no
ajustarse a los parámetros bíblicos.
Un ejemplo clásico de estos, es la
falta de establecer prioridades y enfrascarse tanto en los gajes del ministerio,
que terminan descuidando su primer encargo: La familia. Se involucran tanto en
el ministerio, que se olvidan hasta del Señor del ministerio. El normal de los
hijos de pastores y liderazgo, es de una apatía hacia las cosas de un dios que según
ellos, les ha robado por lo menos a uno de sus padres.
Deambulan por los templos de mano en
mano desde bebés y terminan en una adolescencia llena de rechazo hacia algo que
también debe ser el motivo de sus vidas. Como este muchos otros ejemplos en los
que se tiene cuidado de toda la iglesia, menos de la esposa y los hijos.
Es de mucha importancia servir en la Obra, es
más, cada creyente debería tener una responsabilidad ministerial “Pero cada uno como el Señor le repartió, y
como Dios llamó a cada uno, así haga; esto ordeno en todas las iglesias” (2
Corintios 7:17). No hay que ser evangelista, músico, pastor o teólogo
para servir. Lo importante es hacerlo, pues todos hemos sido capacitados por
Dios con un don y no importa si el suyo es barrer el templo, debe hacerlo con
el gozo que espera el Señor, pues todos los que sirven son igualmente valiosos
delante de Él.
Cuidado con llegar un día a la
presencia de Dios, con un ministerio “exitoso”, con el ego propio de la fama de un excelente
evangelista o pastor; pero con un matrimonio o una familia destruidos. Todos,
hombres y mujeres tendremos que dar cuenta de nuestro encargo.
PREGUNTA: Sabe usted dónde y como
están su esposa e hijos mientras usted sirve?
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- REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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