martes, 30 de septiembre de 2014

DESIERTO




“Y vuestros hijos andarán pastoreando en el desierto cuarenta años, y ellos llevarán vuestras rebeldías, hasta que vuestros cuerpos sean consumidos en el desierto.” (Números 14:33)

Cuando Dios se le apareció a Moisés en la zarza ardiendo que describe Génesis, se dio un proceso de convencer a un incrédulo o a uno que no se consideraba el indicado. El Señor estaba comenzando una relación con un hombre que se había criado en la opulencia del imperio egipcio y por supuesto acostumbrado a ver sólo el poder de faraón a quien se le un consideraba dios.


Le mostró como podía convertirlo en un leproso en un abrir y cerrar de ojos; como podía convertir una vara en una gran serpiente. Muchas pruebas indubitables del poder de Dios fueron expuestas a este hombre, al pueblo hebreo en su proceso de salir de la esclavitud y durante el camino a la tierra prometida.


No obstante pusieron dudaron en muchas ocasiones del todo-poder de Dios y por esto los mantuvo en el desierto por cuarenta años. A la tierra prometida no entró ninguno de aquellos que dudo, inclusive Moisés se quedó por fuera por su debilidad frente a estas dudas.


Hoy tenemos no sólo los relatos de la Biblia, sino las evidencias en las vidas de los que hemos llegado a ser llamados hijos de Dios. No tenemos que esperar que el Señor abra el mar nuevamente para creerle y osadamente todavía lo cuestionamos cuando nos encontramos con algo en el camino.

“Y la ira de Jehová se encendió contra Israel, y los hizo andar errantes cuarenta años por el desierto, hasta que fue acabada toda aquella generación que había hecho mal delante de Jehová.” (Números 32:13). Si Dios mantuvo a Su pueblo tantos años en el desierto por su dureza de corazón, qué podremos esperar nosotros que somos un injerto en su familia?. Será que somos mejores que ellos, como para que Él nos exima de una disciplina similar?.


Si pensamos coherentemente por la gran inteligencia que creemos tener, cuál sería la disciplina adecuada frente a nuestra incredulidad?. No hay que pensarlo mucho, como para saber que merecemos un tratamiento igual o peor.

Dios es el mismo hoy y siempre, y si los milagros que vemos diariamente en nuestras vidas no bastan, no esperemos bendiciones basadas en nuestra desobediencia; sino en Su Gracia infinita.


Verdaderamente Dios es tardo para la ira e infinito en misericordia! (Números 14:18)


PREGUNTA: Todavía lucha usted con la incredulidad?


REFLEXIONE Y DECIDA!

- REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –


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