“Y vuestros hijos
andarán pastoreando en el desierto cuarenta
años, y ellos llevarán vuestras
rebeldías, hasta que vuestros cuerpos sean consumidos en el desierto.” (Números 14:33)
Cuando Dios se le apareció a Moisés en
la zarza ardiendo que describe Génesis, se dio un proceso de convencer a un
incrédulo o a uno que no se consideraba el indicado. El Señor estaba comenzando
una relación con un hombre que se había criado en la opulencia del imperio
egipcio y por supuesto acostumbrado a ver sólo el poder de faraón a quien se
le un consideraba dios.
Le mostró como podía convertirlo en un
leproso en un abrir y cerrar de ojos; como podía convertir una vara en una gran
serpiente. Muchas pruebas indubitables del poder de Dios fueron expuestas a
este hombre, al pueblo hebreo en su proceso de salir de la esclavitud y durante el
camino a la tierra prometida.
No obstante pusieron dudaron en muchas
ocasiones del todo-poder de Dios y por esto los mantuvo en el desierto por
cuarenta años. A la tierra prometida no entró ninguno de aquellos que dudo, inclusive Moisés se quedó por fuera por su debilidad frente a estas
dudas.
Hoy tenemos no sólo los relatos de la
Biblia, sino las evidencias en las vidas de los que hemos llegado a ser
llamados hijos de Dios. No tenemos que esperar que el Señor abra el mar
nuevamente para creerle y osadamente todavía lo cuestionamos cuando nos
encontramos con algo en el camino.
“Y la ira de Jehová se
encendió contra Israel, y los hizo andar errantes cuarenta años por
el desierto, hasta que fue acabada toda aquella generación que había hecho mal
delante de Jehová.” (Números
32:13). Si Dios mantuvo a Su pueblo tantos años en el desierto por su dureza de
corazón, qué podremos esperar nosotros que somos un injerto en su familia?. Será que somos mejores que ellos, como
para que Él nos exima de una disciplina similar?.
Si pensamos coherentemente por la gran
inteligencia que creemos tener, cuál sería la disciplina adecuada
frente a nuestra incredulidad?. No hay que pensarlo mucho, como para saber que
merecemos un tratamiento igual o peor.
Dios es el mismo hoy y siempre, y si los milagros que vemos diariamente en nuestras vidas no bastan, no esperemos bendiciones basadas en nuestra desobediencia; sino en Su Gracia infinita.
Dios es el mismo hoy y siempre, y si los milagros que vemos diariamente en nuestras vidas no bastan, no esperemos bendiciones basadas en nuestra desobediencia; sino en Su Gracia infinita.
Verdaderamente Dios es tardo para la
ira e infinito en misericordia! (Números 14:18)
PREGUNTA: Todavía lucha usted con la
incredulidad?
REFLEXIONE Y DECIDA!
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REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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