“Dijo más Jehová a Moisés: Yo he visto a este
pueblo, que por cierto es pueblo de dura cerviz. Ahora, pues, déjame que se
encienda mi ira en ellos, y los consuma; y de ti yo haré una nación grande” (Éxodo
32:9,10)
En
el verso de hoy y fastidiado con la desobediencia, ingratitud y la falta de fe de
Israel a pesar de las demostraciones de poder, Dios propone a Moisés acabar con
ellos y hacer de él un pueblo nuevo. Con unas características diferentes y no las ya mencionadas, que para nada le
deban honor o la gloria.
Basados
en esto, deberíamos preguntarnos, cuántas veces habrá pensado lo mismo el Señor
acerca de nosotros?. Aunque no somos judíos tenemos la misma responsabilidad,
así como también somos depositarios de
la misma naturaleza caída y rebelde.
Abrir
el mar rojo, sacar agua de la roca, traer alimento cada día, destruir pueblos
más poderosos que ellos, las plagas de Egipto y otros, son sólo unas de las
muchas muestras de Su poder. El testimonio de la Biblia, como los milagros de
Jesús, más las constantes muestras en la vida diaria del creyente nos hacen
iguales a ellos.
El
creyente de hoy tiene mucho más evidencia del poder de Dios que los judíos de
entonces en la venida y resurrección de Cristo.
Tiene al Espíritu Santo como su gran Ayudador que provee la sabiduría necesaria
para lograr la santificación. Podemos decir que el hombre de hoy está más
habilitado para ser obediente y buscar santidad que los israelitas de Moisés.
No
obstante, seguimos pecando y desobedeciendo, sin hacer de este proceso lo más
importante de nuestra vida. Será que
nosotros no somos también merecedores de un “borrón y cuenta nueva” por parte
Dios?. La misma creación que hizo miles de años atrás, la puede volver a hacer.
En
cualquier actividad de la vida moderna, el que no sirve se le reemplaza, nadie
es imprescindible y es por esto que un día Dios va a terminar con el “periodo
de gracia de la iglesia”, y el Señor Jesús, ya no va a ser más el salvador;
sino el juez.
Dios
es paciente y existe un gran reto para la iglesia de hoy, que la vemos con un
mensaje liviano y de poca exhortación sobre el pecado. Nos hemos convertido en
complacientes para que la gente no se vaya, y ya no tenemos el arrojo de Pablo,
Pedro o cualquiera de estos para exigir santidad “…Seguid
la paz con todos, y la santidad,
sin la cual nadie verá al Señor”
(Hebreos 12:14)
PREGUNTA:
Porqué habría Dios de hacer una excepción con nosotros?
REFLEXIONE Y DECIDA!
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REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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