“En
cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que
ordené en las iglesias de Galacia. Cada
primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya
prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces
ofrendas“(1 Corintios 16:1-2)
Algo que afecta al ser humano creyente
o no es cuando se ve involucrado su bolsillo. De ahí lo polémico del tema que
vamos a abordar hoy; pero si lo hacemos a la luz de la Biblia será más fácil
entenderlo.
Cualquier
empresa del mundo tiene sus costos fijos que hablan de salarios, servicios,
renta y otros gastos operativos. Cuando hablamos del ministerio encargado por
Dios a los hombres, debemos contemplar estos gastos de la misma forma “No os
proveáis de oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos; ni de
alforja para el camino, ni de dos túnicas, ni de calzado, ni de bordón; porque
el obrero es digno de su alimento” (Mateo 10:9-10).
Es claro que una
persona o equipo que dedica su vida y trabajo al servicio de Dios, necesita
cubrir no sólo la operación del ministerio donde se reúne y crece la iglesia,
sino los suyos propios. Desde la antigüedad, Dios siempre hizo una provisión
para esto, luego en la ley y para la iglesia de hoy, Él habla de ofrenda “Jehová habló a Moisés, diciendo: Di a los hijos de
Israel que tomen para mí ofrenda; de todo varón que la diere de su voluntad, de
corazón, tomaréis mi ofrenda” (Éxodo 25:1-2).
Frente a este aspecto
promete una bendición o lo contrario para el que contribuye de corazón o no al
sostenimiento de la obra “Honra a Jehová con tus
bienes, y con las primicias de todos tus frutos; y serán llenos tus graneros
con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto“(Proverbios 3:9-10). No es que Dios necesite de sus hijos para hacerlo; pero les da una
responsabilidad frente a tanta bendición que otorga en el día a día.
Otro aspecto tiene
que ver con el corazón del creyente en su forma de dar. Dios que conoce los
corazones, podrá determinar cuál es la intención que motiva la ofrenda. Interés
o desprendimiento son las más claras muestras de un compromiso de gratitud con
Dios.
En la iglesia
primitiva todo se compartía, en la seguridad de que todo lo que se poseía era
un préstamo de parte de Dios y no algo a que aferrarse como se hace hoy. Este
es básicamente un asunto de madurez en el que Dios no interviene de forma
directa, pues Él espera que parte de los frutos espirituales del creyente, sea
su confianza en que Él es su fuente de provisión y no él mismo.
Obviamente se dan
pobres testimonios de hombres y organizaciones que no reflejan este principio
como muchos otros de los que enseña Dios; de ahí la importancia de que el
creyente genuino pida la sabiduría de Dios, para establecerse en el lugar y con
los lideres adecuados.
PREGUNTA: Qué tanto
participa usted de la Obra de Dios?
REFLEXIONE Y DECIDA!
-
REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
¡SI EN ALGO LE HA
ENRIQUECIDO ESTA REFLEXIÓN, NO OLVIDE COMPARTIRLA!