“Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y
hallará pastos.” (Juan
10:9)
A
lo largo de la vida de una persona, son muchas las puertas que se cruzan; unas
para entrar y otras para salir; pero todas conducen a algo o a algún lugar. Si
se hace una retrospectiva de cuántas puertas hemos cruzado y a dónde nos han
conducido, podemos determinar del algún modo, si hemos sido exitosos o no.
Estas
puertas siempre son precedidas de una decisión y cruzarlas o no, pueden
significar un futuro bueno o malo. Por esto es de vital importancia para el ser
humano, entender el significado de Cristo como “La Puerta”.
El
verso de hoy, nos muestra que Él es la puerta y que si no entramos por Él, tendrémos un futuro lejos de Dios. Esta es la puerta que determinará un cielo o un
infierno en nuestra eternidad y de la manera como asumamos esta opción, encontraremos
o no el propósito de la vida.
Es
muy importante dimensionar su significado, pues hoy se nos ofrecen muchas
puertas; pero todas dirigidas a la perdición. No hay que ir muy lejos para ver
las que llevan a la drogadicción, la fornicación, el alcoholismo, el adulterio
y otras, que no lucen mal en un principio y nos seducen como el éxito
profesional o la riqueza; pero todas con un fin esclavitud.
Hay
una gran diferencia entre la vida con Dios y la vida sin Él, y al contrario de
las plantas o los animales, cuya función se limita a nacer, crecer,
reproducirse y morir, el hombre tiene una vida más allá de la presente. El
hombre no vino a este mundo para sufrir o triunfar, vino para reconocer y
cruzar la Puerta que es Cristo.
PREGUNTA:
Ya cruzó usted “La Puerta”?
REFLEXIONE Y DECIDA!
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REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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