“Yo Jehová la guardo, cada momento la regaré; la guardaré de noche y de día, para que nadie la dañe” (Isaías 27:3)
Hace
un par de días experimentamos con mi familia un gozo especial. Gozo sobre algo
que no es importante para muchos; pero que luego de muchos años se dio, y es
precisamente en las cosas sencillas de
la vida, en donde solo se halla esto.
El
señor Jesucristo, utilizaba los asuntos y situaciones cotidianas de la vida
para enseñar y la Biblia hace énfasis en la riqueza de lo sencillo y el triste fin
de la vanidad. En el caso que nos ocupa, veíamos como surgía una flor en una
planta que nos ha acompañado por algo más de 18 años.
Su
primera flor a pesar de regarla con dedicación, de hablarle y limpiarla. Se
habla inclusive de buena suerte cuando una de estas florece. Esta planta dio su
primera flor a pesar de los traslados urbanos y de ciudad, los cambios de clima
y recuerdo que un día después de un prolongado viaje en carro y expuesta a un
sol abrazador, la creímos muerta.
No
obstante y a pesar de la tristeza, la seguimos regando, cuidando y hoy la vemos
como queriendo decir: “aquí esta mi flor”.
Esto
me recuerda la importancia de seguir regando la Palabra en aquellos que la
hemos plantado. Es deber del creyente como instrumento de Dios, acompañar,
consolar, aconsejar, escuchar, estar ahí
y sobre todo mostrar a Cristo, a aquellos que la han recibido.
Este
ejemplo habla de perseverar y entregarse a aquellos que un día la escucharon;
que inclinaron su corazón por la voluntad de Dios y más aún, a aquellos que
aceptaron a Cristo y recibieron la salvación.
Que
la tarea sea seguir de cerca a aquellos que necesitan ser regados con
dedicación y amor, como a la planta de mi casa que esta semana dio su primera
flor.
PREGUNTA:
Qué tanto riega usted sus plantas?
REFLEXIONE Y DECIDA!
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REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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