“Porque lo que hago, no lo entiendo; porque no
practico lo que quiero hacer, sino que lo que aborrezco, eso hago. Y
si lo que no quiero hacer, eso hago, estoy de acuerdo con la ley, reconociendo
que es buena. Así que ya no soy yo el que lo hace, sino el
pecado que habita en mí…” (Romanos 7:15-25)
Como Creyentes nos preguntamos cuál
puede ser la condición espiritual de una persona para dudar de la muerte y
resurrección del Señor Jesucristo. Es algo no que cabe en nuestra mente y
aunque son muchos los años de desinformación con respecto al plan de Dios para
el hombre; hay algo más que hace dudar de una verdad que ha dividido la
humanidad no sólo bíblica sino históricamente hablando: “El pecado”.
Todas y cada una de las circunstancias
que rodean al hombre, están bajo el control de Dios; pero la inclinación de
este al pecado y su persistencia en hacerlo es una decisión personal. Dios lo
puso en una creación perfecta y en unas condiciones ideales; pero su pecado produjo
maldición. El desarrollo del pecado a lo largo de siglos ha hecho que se tenga
el mundo y a la humanidad misma en desgracia.
Esta duda sobre el sacrificio y
victoria de Cristo es producto de esa caída, y el pecado ha hecho del hombre su
objetivo. De ahí la clara descripción del apóstol Pablo en Romanos Y si hago lo que no quiero, ya no lo
hago yo, sino el pecado que mora en mí” (Romanos 7:20)
El hombre seguirá cada vez más hundido
en su condición y sin la posibilidad de creer, hasta reconocer su necesidad de
Dios; no obstante el problema radica en que si no toma una decisión por Cristo,
su condición de pecado ya habrá decidido por él “El que cree en El no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido
condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:18)
PREGUNTA: Cuál ha sido su decisión?
MEDITELO Y DECIDA!
- REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –