jueves, 28 de marzo de 2024

EL DILUVIO

Cada vez que leemos el relato de Noé y su delicado trabajo para construir el arca, vienen muchas preguntas que sólo se responden a la luz de la fe. Esto en razón de que la Biblia no entra en detalles y un proyecto de estos tiene muchas aristas.

El presupuesto, los materiales, las herramientas, los planos, en fin; son muchos los trabajos en los que se incurre en un proyecto de esta magnitud. No sólo se trataba llevar a los suyos, sino a cientos o miles de animales y el alimento necesario para todos.

Esto no era para hacer una travesía del Océano Atlántico y atracar en un puerto seguro; era toda una aventura que se prolongaría por meses, sin haberse hecho antes y nada de garantías salvo la fe de su capitán en el Señor que lo dirigía.

No llovía todavía en la tierra y el agua más cercana estaba a muchos kilómetros de distancia, así las cosas, este era todo un proyecto utópico por no decir loco. No cuesta imaginar lo que pensaban los demás de Noé y su arca, barco o lo que fuera eso que nadie había visto antes.

Ya conocemos por las Escrituras en qué terminó esto, pero vale la pena hacer énfasis en la confianza de su constructor en Aquel que lo había llamado a realizar semejante proyecto. Solo unas medidas y unas cuantas indicaciones sobre las puertas los niveles necesitados y nada más.

Al menos esto es lo que sabemos, además de una dosis muy especial de humildad y dedicación, no importando lo que pensaran los demás que debieron burlarse y eventualmente tratar de parar su proyecto.

Contrario a otro barco muy conocido y que quedó en el Mar del Norte en su viaje inaugural. Usted sabe que hablamos de un trasatlántico construido con el presupuesto de una gran compañía naviera, con ingenieros navales, cientos de obreros calificados y lo último de la tecnología en su momento.

El barco que ni Dios podría hundir dijeron, pero esas palabras de orgullo fueron las que condenaron al inmenso aparato. No fue un huracán el que lo hundió, lo hizo un bloquecito de hielo de muchas toneladas sí, pero qué tal que le hubiera tocado el Diluvio Universal? “Mas cuando su corazón se ensoberbeció, y su espíritu se endureció en su orgullo, fue depuesto del trono de su reino, y despojado de su gloria” (Daniel 5:20).

REFLEXIÓN: El orgullo nunca es el mejor consejero, y menos cuando se menciona a Dios!

REFLEXIONAR TRANSFORMA!

- BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –

¡COMPARTIR PALABRA HACE LA DIFERENCIA!