Cuando se mira objetivamente el mundo que
nos rodea, se tienen dos opciones, mantenerse al margen esperando uno mejor como
lo ofrece el Señor en la Biblia o simplemente conformándose a lo que hay.
Son muchos los que prefieren ignorar a
Dios y su indiscutible presencia entre nosotros, en vez de aceptarle y vivir
dentro de sus parámetros. Su vida se convierte en una constante búsqueda de
logros efímeros como la neblina descrita en la Palabra.
Esto
sin saber siquiera si mañana estarán, planean, proyectan un nivel de vida que a
veces los lleva a atropellar su prójimo. Las posesiones materiales están de
primeras en su lista de prioridades, luego el poder; pero para lograrlo
renuncian a lo único realmente valioso en un ser humano “Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en
él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la
sinagoga. Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios” (Juan
12:42,43).
Qué habrá para esta clase de personas nos
preguntamos; tristeza y un inmenso sentimiento de frustración al haber mal gastado
la vida detrás de algo que no pasó de ser un espejismo; esto no lo decimos
nosotros, lo describe claramente la Biblia.
Esta es una verdad que está disponible
para todos los que quieran leerla, no ha sido vedada o reservada sólo para algunos
como ocurría en la antigüedad. Estaba oculta hasta para los mismos religiosos y
de ahí la Reforma de Lutero.
Éste hombre fue un instrumento de
Dios, utilizado para empezar un movimiento que tiene los resultados que hoy
vemos. Muchos pueblos, lenguas y naciones conocen de Dios y Su plan en Cristo.
No obstante y al igual que los hombres
del verso de ésta reflexión, hay
muchos que en la actualidad y por diversas razones o presión llámese social,
familiar, política o simplemente una decisión, se convierten en agentes
secretos en el mejor de los casos o niegan a Cristo.
No es fácil y ahí está el meollo del
asunto, me declaro seguidor de Cristo o simplemente lo niego poniendo en juego mi
futuro terrenal y eterno. Absolutamente todos estamos frente a esta decisión,
todos debemos responder por nuestros actos y no sabemos qué tenga Dios para esos agentes
secretos.
Desde el ser más ignorado hasta el
político más influyente, todos tenemos una responsabilidad ineludible. Que sea el
mismo Dios, ayudándole a tomar la mejor decisión y que usted tenga la capacidad
de renunciar a un bienestar efímero por una eternidad esplendida con Dios.
REFLEXIÓN: El día de hoy terminará
mañana, pero el mañana con Dios o sin Él nunca!
REFLEXIÓN QUE CAMBIA!
- BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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