“Y dijo: Toma ahora tu
hijo, tu único, Isaac, a quien
amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los
montes que yo te diré” (Génesis
22:2)
Dentro de las diversas muestras de fe
de parte de Abraham y pese a los errores propios del proceso en el cual lo
tenía Dios en su tiempo, podemos destacar el descrito en el verso de hoy, en el que mostró una fe que le permitió ser llamado “amigo” de Dios.
Es un honor poder recibir este
apelativo de parte del Señor y hasta donde sabemos nadie más lo a recibido. Si nos adentramos en cualquiera de las parte de este tratamiento, nos
encontraremos con fallas, desanimo y la dificultad de creer en Alguien
que apenas se estaba dando a conocer.
Hoy y gracias al resultado de este
proceso, como creyentes tenemos referentes muy claros e irrebatibles que nos
aseguran la existencia de Dios. El sólo hecho de que todo el mundo de varias
generaciones haya hablado de Él y de su hijo Jesucristo, la Biblia y la misma
historia, nos hace afortunados y con un
trecho bastante largo ya caminado.
Lo que nos describe el verso, deja ver
que en el corazón de este hombre habían unas seguridades que muy difícilmente
podía tener otro ser humano de su tiempo y aún hoy.
Arrancar tras la orden de Dios a un sitio específico con el propósito de matar a su largamente esperado único hijo y tener la seguridad de que iban a regresar los dos dice mucho de este hombre.
Arrancar tras la orden de Dios a un sitio específico con el propósito de matar a su largamente esperado único hijo y tener la seguridad de que iban a regresar los dos dice mucho de este hombre.
Dios le había dado pruebas concretas de
su Todo-poder y confiar en que éste poder también le podía guardar a su hijo hacía la
diferencia.
No podemos siquiera imaginar lo que había en el corazón de este varón cuando iba camino de cumplir con el requerimiento de Dios. No obstante ese algo distintivo de Abraham, su fe, le permitió decir a sus siervos con toda seguridad: “Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros” (Génesis 22:5).
No podemos siquiera imaginar lo que había en el corazón de este varón cuando iba camino de cumplir con el requerimiento de Dios. No obstante ese algo distintivo de Abraham, su fe, le permitió decir a sus siervos con toda seguridad: “Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros” (Génesis 22:5).
PREGUNTA: Ha sido
llamado usted a sacrificar su hijo y confiado como para obedecer?
REFLEXIONE Y DECIDA!
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REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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