“Por lo
cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con
mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas” (Santiago 1:21)
Muchos se preguntan las diferencias
entre un creyente genuino y aquel que no ha creído, y dentro de estas
encontramos un cambio visible. Aquel que no revela una transformación en su
vida cotidiana, poco o nada está haciendo delante de Dios.
Lo complicado, es que muy seguramente
su vida está siendo “estorbo” en la gran comisión, pues aquellos que lo ven no
van a querer acercarse a Dios. Hemos escuchado en muchas oportunidades decir:
“Si este es cristiano, yo no quiero ser como él”.
No sólo se están haciendo daño a si mismos,
sino que lo están permitiendo a los demás y cómo llegar con esto delante del
Señor si es que llegan?. Será que Dios va premiar esto?; muy seguramente no. La Biblia dice que más le valiera encadenarse a una roca y echarse al mar (Mateo 18:6). Creyentes e incrédulos son afectados
en este proceso, pues habrá muchos que se desanimen aún creyendo.
No es tarea fácil cambiar; pero sí
debe ser un propósito permanente en aquel que se dice cristiano. Debe echar
mano de todas las herramientas que Dios pone a disposición en su Palabra y
obedecer; no obstante lo más importante es depender de Él. El Espíritu Santo es
ayuda infalible e infaltable en este proceso y sin Él no se logrará.
Que no estemos viviendo engañados
apreciado lector, engañando a otros y terminemos en la fila de los cabritos en
el tribunal de Cristo. Tal vez hagamos creer algo que no es a muchos, inclusive
hasta nosotros mismos nos lo creamos; pero Dios no puede ser burlado y es quien
realmente ve en lo profundo de nuestro corazón (Gálatas
6:7).
PREGUNTA: Está usted cambiando al
ritmo de Dios?
REFLEXIONE Y DECIDA!
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REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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