martes, 9 de septiembre de 2014

EL SOL Y LA LLUVIA



“La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera” (Apocalipsis: 21:23)
Cada día sentimos algo que no valoramos, que nos da calor y a través de su luz nos nutre y permite los procesos químicos y físicos que permiten la vida.  Al abrir la cortina en la mañana,  lo primero que miramos es si está nublado o no y cuando vemos el sol, sentimos entusiasmo frente a un día que promete ser agradable, cálido y productivo.

Al igual que el sol, Dios nos ha provisto de la luna y una cantidad de elementos vegetales, animales y minerales de todo orden, que no valoramos y menos agradecemos. Aunque la lluvia es una bendición para el proceso de la vida en el planeta, la tendencia general es a reflejar desánimo, pereza y mala disposición por lo que implica.

Ambos son una bendición de Dios como creación; son apenas parte de todo un conjunto infinito de elementos que Él dispuso para el bienestar de su máxima creación: “el hombre”.
Sin embargo su misma creación representada en el hombre, su atreve a cuestionarlo muchas veces; cosa que no hace un ave frente a la lluvia que parece agradecer en su revoloteo posterior a la misma o el color que los arboles y la grama adquieren.

Dice la Biblia que un día ya no habrá necesidad de sol, luna, lluvia o alimento y que el mismo Señor será nuestro todo. Que Él cubrirá nuestras necesidades dentro de un ámbito de perfección que nos incluye a los que hemos creído y hoy somos Sus hijos.

Aspiramos a que en cada mañana con Él si es que las hay, abramos la cortina y antes de emitir palabra de alegría o no por el nuevo día, agradezcamos la presencia física de Señor aún más que las bendiciones que hoy nos da.  Dios está hoy con usted y conmigo en su Omnipresencia; pero no le queremos ver.
PREGUNTA: Cómo amaneció su día hoy?
REFLEXIONE Y DECIDA!
- REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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