“Y tenía él dos mujeres;
el nombre de una era Ana, y el de la otra, Penina. Y Penina tenía hijos, mas
Ana no los tenía……………” (1 Samuel 1: 1-20)
En
el primer libro de Samuel, encontramos una mujer en tal estado de abatimiento
espiritual, que no ya tenía vida en lo que hoy podemos llamar “depresión”. Se
trata de Ana esposa de Elcana, los padres del profeta Samuel.
El
trasfondo cultural de aquel tiempo permitía la poligamia y aunque ella era la
preferida de su esposo a pesar de ser estéril, esto también implicaba una falta
de bendición frente a una supuesta vida de pecado.
Este
no era el caso; pero el común de la gente lo asumía de esta forma y es así como
ante la carencia de Ana, la otra mujer de su esposo, Penina, la afrentaba
permanentemente y le hacia la vida imposible.
Su
amargura era tal que ya no podía comer y cómo presentarse al sacrificio anual
al que acudían en familia?. Un día en medio de su tribulación y en la fiesta
anual, derramó su corazón delante de Dios de tal manera, que fue juzgada por el
sacerdote Eli que la creyó ebria.
Sólo
Dios sabe lo que hay en los corazones y ante a su dramática respuesta, este
(Elí) no tuvo más remedio que decirle: “Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has
hecho” (V:17). Dios contestó su solicitud, la
respaldo frente al juicio recibido y la bendijo no sólo con ese primer hijo que
dedicó para el sacerdocio (Samuel); sino que le dio más hijos e hijas.
Hay dos asuntos para resaltar, uno la
fidelidad de Dios frente a un corazón atribulado, y el otro hasta dónde puede
llegar un problema espiritual. El Señor la levanto de su postración así como lo
puede hacer con usted, y dice la Palabra que la transformación de su estado
anímico fue tal que volvió a comer librándola de sus perseguidores.
PRREGUNTA: El Dios de Ana es el mismo
de hoy, porqué no confiarle también su depresión?.
REFLEXIONE Y DECIDA!
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REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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