“Dijo además Abram: He aquí, no me has dado
descendencia, y uno nacido en mi casa es mi heredero. Pero he aquí que la
palabra del SEÑOR vino a él, diciendo: Tu heredero no será éste, sino uno que
saldrá de tus entrañas, él será tu heredero” (Génesis 15:3,4)
Puede
parecer descortés; pero esto es lo que palabras más, palabras menos le dijo
Abraham al Señor luego de toda la bendición recibida. Dios le dio riqueza
representada en oro, plata, siervos, animales de una y otra clase; pero sería
un siervo extranjero el que heredaría. Por otra parte si vamos a la parte
cultural, esto era una afrenta para el hombre y ni hablar de lo que
representaba para la mujer no tener hijos.
No
obstante y el reclamo poco respetuoso de Abraham, el Señor no se quedó ahí y
otra vez lo bendijo. Le dio un hijo, uno sólo; pero a través del cual lo haría
padre de toda una nación. Como si fuera poco, lo probó y de que manera. Lo puso
a entregar en sacrificio a ese hijo por el cual había clamado y sobre el cual
estaba basada la promesa de la nación judía; pero Abraham siguió creyendo.
Que
valiosa se muestra la fe y aunque siendo un don de Dios, apropiársela y
desarrollarla no es fácil. Esto le valió a este hombre llegar a llamarse “amigo
de Dios” y este título no lo ostenta cualquiera.
Todo
esto nos muestra que Dios está pendiente desde nuestra más elemental necesidad
hasta la más complicada, que nada es imposible para Él y que aún está dispuesto
a aceptar nuestros reclamos siempre y cuando obremos dentro de su voluntad y descansando
en la fe.
PREGUNTA:
Y a usted qué no le sirve de lo recibido de Dios?
MEDITELO Y DECIDA!
- REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –