Dijo Jehová Dios: He aquí
el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su
mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre”
(Génesis 3:22)
Cada uno de nosotros atraviesa un momento
diferente en su relación con Dios. No importa cuál sea la suya en particular, de
bienestar, necesidad, culpa o similar; debe tener en cuenta que no solo usted
está en esto. Desde la misma creación Adán tuvo la oportunidad de iniciar una
relación de intimidad y fluidez con Dios. Una relación que se vio rota por la
desobediencia y que les permitió ver por primera vez el rechazo a lo bueno que
tenían y el mal al que quedaron expuestos.
Cada vez que fallamos de alguna forma
delante de Dios, entramos en un estado de culpabilidad y depresión que nos
frena inclusive de la posibilidad de pedir perdón. Nos encerramos en nuestro
pesar y la Biblia dice que no debe ser así. “si confesamos nuestros pecados, él es
fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1
Juan 1:9).
Por otro lado Dios en su perfección
entiende nuestra debilidad, aunque no tolera el pecado. Lo ha vivido cada
hombre que ha decidido tener una relación con Dios. Lo vivió David en sus
caídas “Ten
piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia…….crea en mí, oh Dios, un
corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí."
(Salmo 51:10). Nada lejos estamos de los sentimientos experimentados por Adán,
David u otros, al ver rota su intimidad con Dios y sentir el futuro incierto
que se venía sin Él.
Es inevitable sentirnos mal, ya sea
por que nuestra conciencia nos acusa y nos genera tristeza, impotencia, culpa, vergüenza
o por que sentimos el distanciamiento del Espíritu Santo; pero esto no debe ser
limitante para doblar rodilla, pedir y esperar el perdón de Dios. “Amados, si
nuestro corazón no nos condena, confianza tenemos delante de Dios”(1
Juan 3:21)
“PREGUNTA:
Ya se arrodillo usted?
MEDITELO Y DECIDA!
- REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –