“¿No os mandamos estrictamente
que no enseñaseis en ese nombre? Y ahora habéis llenado a Jerusalén de vuestra
doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de ese hombre. Respondiendo
Pedro y los apóstoles, dijeron: Es
necesario obedecer a Dios antes que a los hombres”
(Hechos 5:28,29)
Pareciera
que en torno a este tema no hay nada más de decir luego de leer lo anterior;
sin embargo hoy queremos referirnos a la gran diferencia entre el obrero
aprobado y el asalariado. El primero es aquel que tiene muy claro que su
servicio y compromiso es con Dios y el segundo es aquel que ya antepone una
necesidad por cubrir y sujeta a la voluntad de hombres.
Que
pena que haya tan poca convicción en torno a este concepto, que es la base de
la gran comisión. Este no fue un encargo hecho para hacer empresa, otra cosa es
que se debe administrar con la seriedad y responsabilidad de una de estas, pero
no perdiendo el norte puesto por Dios.
Aunque
respetando su primer ministerio que es el hogar, el obrero es un hombre que se
entrega en un servicio sin horario ni límite en su esfuerzo. Por el contrario
el asalariado es un individuo que no es consciente de la necesidad ajena y se
limita a tomar y dejar el lápiz en horas hábiles. Un hombre para el cual, su
prioridad radica en obtener un salario y de ahí que tiene que agradar primero a
hombres que a Dios.
Es
en casos como este, donde quisiéramos regresar a los “rudimentos “del evangelio
proclamado por Cristo y que claramente describe la Biblia. Es doloroso ver el
triste testimonio que se da en tantos llamados ministerios alrededor del mundo,
en los que se sirve a primero un ministerio que al Señor del ministerio.
PREGUNTA:
Alguna vez ha contemplado servir genuinamente a Dios?
MEDITELO Y DECIDA!
- REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –