“posad en aquella misma
casa, comiendo y bebiendo lo que os den;
porque el obrero es digno de su salario. No os
paséis de casa en casa” (Lucas 10:7)
En
estos tiempos de apostasía generalizada, vemos con poco asombro cómo la iglesia
y el mismo liderazgo se ven permeados por el mundo. Cuando se traspasa la línea
del salario para trabajar en un ministerio, se debe estar consiente del peligro
de convertirse en eso: en “un asalariado”.
Ya
no se “sirve”, sino que se trabaja en una empresa y listo. Obviamente no es el
caso de todos; pero si vemos con frecuencia como se suelta el lápiz a un
horario establecido, sin pensar en que la necesidad del hermano o del incrédulo
no tiene horario.
Por
otro lado, no sólo se convierten en asalariados, sino que no contentos con el
justo salario por su trabajo, todo se les convierte en bendición según ellos, cayendo
en los peligros de un mal testimonio.
Bien
sabido es que el Señor no vino por justos, sino por pecadores y que dentro de
este grupo de arrepentidos, existen portadores de capitales de mala procedencia.
Capital con el que pretenden alivianar sus conciencias, regalando en efectivo o
en especie sus posesiones a pastores y todo lo que tiene que ver la iglesia.
Todo
esto al mismísimo estilo de las indulgencias de la religión tradicional, pues
para ellos esta conducta es normal y lo ha sido por siglos; pero para el
Cristiano bíblico transformado y por el que murió Cristo qué?
Una
cosa es recibir una atención y otra muy diferente es aceptar prebendas mayores,
vendiendo la santa independencia doctrinal y la integridad que espera Dios de
sus obreros. Este es un asunto que muchos deberían contemplar, pues qué tanto
puede agradar a Dios este tipo de comportamientos, cuando ya se les está
remunerando con su justo salario?
PREGUNTA:
Podremos convencer a Dios de que esto también era bendición?
MEDITELO Y DECIDA!
- REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –