“Porque
los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones;
pero el rostro del Señor está contra
aquellos que hacen el mal” (1 Pedro 3:12)
Por
experiencia propia podemos compartir la triste conducta que se vive entre los
creyentes comunes y más entre aquellos que en teoría sirven en los ministerios.
Cómo hablar de servicio a Dios cuando se siente envidia, odio, rencor o se
persigue al hermano?.
La verdad es
que hay una gran diferencia entre servir voluntariamente y por un salario.
Cuando se llega al servicio de forma voluntaria, se hace por convicción y para
Dios, mas cuando se hace por obtener un sustento, en muchos casos no se pasa de
lo que la Biblia llama “asalariados”.
Individuos
que no sirven a Dios, sino a hombres, que conjugan servilismo y otras cosas igualmente
reprobables en su actividad con tal de mantener el puesto y no un verdadero concepto
ministerial. Hombres y mujeres para los que el horario de trabajo se limita a
las llamadas horas hábiles y no en una entrega permanente a los demás.
Como producto
de esto encontramos diferencias y pleitos propios de individuos que no revelan
una verdadera transformación en sus vidas y a los que la Biblia nos manda a
perdonar; pero a evitar.
Aunque la
Biblia es muy clara en estos conceptos, que bueno sería ver el rostro del Señor
cuando estos obran de manera mezquina en el encargo más importante que Él mismo
nos ha dejado: “La gran comisión”. Gran responsabilidad es pensar en pertenecer
a ese grupo de personas que sirve con limpia conducta delante de Dios. “Hermanos
míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor
condenación”
(Santiago 3:1)
PREGUNTA: Tiene
usted la fortuna de conocer la excepción?
MEDITELO Y DECIDA!
- REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN
REINA-VALERA 1.960 –