“Como el pámpano no puede llevar fruto por sí
mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en
mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él,
éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí
no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los
echan en el fuego, y arden“(Juan 15:4-6)
En
casa tenemos una pequeña planta de yerbabuena y así como nos alegra ver su
crecimiento y cómo se llena de nuevas hojas; de la misma forma, Dios se goza en
nuestros progresos. Para ver estos progresos, es necesario hacer ciertos cortes
o podas en sus ramas y uno imaginaría que es doloroso; pero debe hacerse en el
entendido, de que si no se poda, esta no crecerá, ni se fortalecerá.
En
nuestro caso y como Creyentes, debemos ser sometidos a una serie de podas y es el
mismo Señor quien se encarga de hacerlo. Aunque parezca duro, lo hace por
nuestro bien y siempre con un propósito. De no ser así y como lo hemos
observado en nuestra planta, estaríamos creciendo longitudinalmente, separados
del señor Jesús que es el centro de nuestra vida y sólo seríamos ramas
raquíticas y sin lo más importante: “fruto”.
La
Biblia dice que las plantas desprovistas de fruto son arrancadas y echadas al
fuego. Basta con recordar el pasaje del señor Jesús con la higuera “El que en mí no permanece, será echado
fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y
arden”
Cierto
es que todo este tratamiento implica dolor; pero la bendición de Dios no se
hace esperar cuando asumimos con gozo lo que Él permite y tenemos el ferviente
deseo de crecer en Él y para Él.
PREGUNTA:
Alguna vez ha sentido “la poda” de Dios?
MEDITELO Y DECIDA!
- REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –