martes, 4 de octubre de 2011

RECONOCIMIENTO


En el mundo siempre, el hombre quiere ser reconocido. Reconocido en su casa, en el colegio, en el trabajo, en la iglesia o en cualquier actividad. Que peligrosa es esta práctica tan normal en el mundo; pero no para las cosas de Dios.
En muchos relatos bíblicos y seculares, encontramos ejemplos claros de cuál debe ser nuestra conducta, ya que en el caso de Dios, es una actitud rechazada e inclusive con consecuencias para el que la practica. El reconocimiento es producto del orgullo y es algo, que siempre ha llevado al hombre al fracaso y esto no por casualidad, sino por que Dios lo dispone así “el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido” (Mateo 13:12) 
Si vamos a un relato de los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, Harry Truman que se convirtió en presidente de los Estados Unidos a la muerte de Roosevelt, admitía haber recibido una gran responsabilidad. En sus palabras algo así como “si le hubiera caído un gran peso encima”. Este hombre en  temor a Dios, pidió a todos los que le rodeaban en ese momento, que oraran por él. Y un viejo y sabio amigo suyo, Sam Rayburn, consiente de la debilidad humana, le dijo: “Te van a decir lo grande que eres Harry; pero tú y yo sabemos que no lo eres.”
Brillante consejo!
Un relato bíblico del segundo libro de Crónicas, nos muestra a un rey (Uzías), absorbido por el éxito que el mismo Dios le dió, al haber hecho lo recto al igual que su padre; pero su fama se difundió y tanto fué su orgullo, que no se tomó el trabajo de darle la gloria al Señor, sino que  hasta se atrevió a participar en un oficio claramente dado por Dios para los sacerdotes. Como resultado, este mismo libro lo muestra como un hombre caído en desgracia y plagado de lepra hasta el día de su muerte “No te corresponde a ti, oh Uzías, el quemar incienso a Jehová, sino a los sacerdotes……..que son consagrados para quemarlo……………Sal del santuario, porque has prevaricado, y no te será para gloria delante de Jehová Dios. Entonces Uzías, teniendo en la mano un incensario para ofrecer incienso, se llenó de ira; y en su ira contra los sacerdotes, la lepra le brotó en la frente” (2 Crónicas 18:18-20)
Ciertamente no hay hombres ni mujeres grandes, sólo hay un gran Dios y digno de ser exaltado, que permite que algunos sobresalgan para Sus propósitos; y el estar consientes de esto, nos va a impedir enaltecernos si alguien nos exalta.
El tiempo del señor Jesús no era la excepción, e inclusive sus discípulos, a pesar de estar al lado del Maestro, luchaban con esto al punto de verse reconvenidos por Él cuando les dijo "Cualquiera de vosotros que desee llegar a ser grande será vuestro servidor, y cualquiera de vosotros que desee ser el primero será siervo de todos. Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos" (Marcos 10:43-45)
La humildad de corazón y no ese afán de ser el primero, siempre será recompensada por el Señor. Vemos un claro ejemplo en Su Hijo “y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre” (Filipenses 2:8,9)
PREGUNTA: Y usted a qué le apuesta, a la humildad o a ser reconocido?
MEDITELO Y DECIDA!
- REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 -