A lo largo de la historia, el hombre siempre ha considerado la posibilidad de ser como Dios. Ser como Él o por lo menos acercarse lo más posible al conocimiento, poder y estatura.
En la antigüedad, vemos un claro ejemplo de esta osadía por parte de la humanidad. “dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre” (Génesis 11:4) Querer llegar hasta el cielo y desafiar el Todopoder del Señor.
Esa fue una pretensión claramente condenada por Dios; pero apaciguada en el momento justo y de la manera adecuada. Él sabe lo qué hay en el corazón de cada hombre, su dificultad para ponerse de acuerdo en lo bueno; pero cuando se trata de hacer cosas en contra de Su voluntad, el pecado pareciera adquirir una homogeneidad asombrosa en la mente y corazón de los humanos.
Nada más absurdo, osado y falto de respeto para el Creador del universo; pero en cada intento, no importando la ubicación cronológica de cada hombre, Dios siempre habrá de apaciguar esos conatos de rebeldía y orgullo “han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer. Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero. Así los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad” Génesis 11:6-8)
El mundo de hoy no dista para nada de esos comportamientos y en sus diferentes ámbitos pretende hacer algo similar a lo que pasó en Babel. La frenética carrera del hombre por las posesiones materiales; llámese una simple vivienda en la que emplea toda su vida para pagarla o por el acumulamiento exagerado de riquezas. El conocimiento humanista que también es permitido por Dios; pero con el fin de ser puesto al servicio de los demás o las filosofías producto del orgullo y la vanagloria del hombre. Estos y otros aspectos que siempre apuntan a lo mismo. Llegar hasta Dios y más allá.
Hoy quisiera preguntarle cuál su Babel?. Dedica su vida a pagar una vivienda dejando de lado el sacerdocio encomendado por Dios de su familia? La Biblia habla claramente que “raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1Timoteo 6:10); pero siempre miramos la codicia de los ricos que cada día quieren tener más, cuando guardadas las proporciones, el pobre desarrolla el mismo pecado.
Quizás, su Babel es el conocimiento que cada vez lo aleja más de Dios o el poder que ha obtenido por alguna vía “No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas” (Jeremías 9:23)
Cualquiera que sea el caso, le invitamos a reflexionar en su Babel y contemplar las sabias palabras de Dios que dicen “Jehová exalta a los humildes, Y humilla a los impíos” (Salmo 147:6)
PREGUNTA: Cuál es su Babel?
MEDITELO Y DECIDA!
- REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 -