Cuando aceptamos a “Jesucristo” como nuestro Señor y Salvador, de manera inmediata el Espíritu Santo viene a morar en nosotros. El Espíritu comienza un proceso de transformación y santificación en nuestra vida. Los hábitos que teníamos comienzan a cambiar, lo que hacíamos, hablábamos y pensábamos. Esto en la idea de que cada cosa que hagamos, hablemos o siquiera pensemos, sea agradable a Dios. Este cambio va de la mano con el plan perfecto de Dios "Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas" (Efesios 2:10) Él espera que una vez que somos salvos caminemos en santidad.
Otro aspecto muy importante para Dios es el servicio que podamos aportar a Su obra. No sólo se trata de sentarnos un entorno de comodidad al sabernos salvos, hasta el día en que seamos llevados al cielo. A la muerte del incrédulo, este irá al tribunal de Cristo. El creyente irá delante de Cristo; pero no para determinar si es salvo o no. Lo hará para evaluar lo que hizo durante el tiempo de vida como hijo de Dios en la tierra “creados en Cristo Jesús para buenas obras”
Existen muchas formas de servirle a Dios y para esto Él nos ha dado dones, que se traducen en habilidades para servir “él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:11,12); pero sea cual sea el área de servicio en la que nos desempeñemos, debemos hacerlo para Él y no para hombres “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís"(Colosenses 3:23,24)
Esta evaluación no está lejos "He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra" (Apocalipsis 22:12) La Biblia habla de un juicio de retribución, y esa recompensa estará basada en las oportunidades que tuvimos de servir a Dios y las aprovechamos.
Además de santificarnos, Dios nos prepara para una eternidad junto a él. Nos capacita para llevar y disfrutar del cielo en la medida en que cada uno de nosotros respondió a su llamado a la santificación y servicio. Esto no significa una pérdida del privilegio de estar con Cristo en el Milenio; pero se verá disminuida esa posibilidad de gozo para quienes no respondieron adecuadamente “la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo” (1 Corintios 3:13-15)
Además de santificarnos, Dios nos prepara para una eternidad junto a él. Nos capacita para llevar y disfrutar del cielo en la medida en que cada uno de nosotros respondió a su llamado a la santificación y servicio. Esto no significa una pérdida del privilegio de estar con Cristo en el Milenio; pero se verá disminuida esa posibilidad de gozo para quienes no respondieron adecuadamente “la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo” (1 Corintios 3:13-15)
Servir al Señor por amor primeramente y gratitud por Su sacrificio; pero esto sólo lo podremos desarrollar mientras estemos aquí en la tierra.
PREGUNTA: Está usted involucrado en este proceso de santificación y servicio?
MEDITELO Y DECIDA!
- REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –