jueves, 29 de abril de 2021

POR SEÑALES

 Días atrás comentamos una de las ocasiones en que el Señor alimento a más de quince mil personas con cinco panes y dos peces. Pero hubo toda clase de demostraciones de poder; de ese Todo Poder exclusivo de Dios.

Esto llevó a que muchos le siguieran Y le seguía gran multitud, porque veían las señales que hacía en los enfermos” (Juan 6:2). Muchos en ese entonces lo siguieron y aún lo hacen, pero qué es lo que realmente esperan los hombres de todo esto?.

No solo dio comida, vino y sanó a muchos, también resucito a un amigo y sacó demonios de gente perdida. Fueron tantas las demostraciones de Su deidad, que cuesta trabajo entender la incredulidad del hombre.

Es evidente que todas estas aglomeraciones de gente no obedecían una fe sincera. Hasta Poncio Pilato y otros de ellos querían escucharlo, pero eran otras las motivaciones, eran entre otras la curiosidad, la necesidad, la codicia, la enfermedad o simplemente el hambre.

Hambre de comida física y no espiritual como pasa hoy. La gente simplemente busca soluciones a sus angustias momentáneas, pero muy pocos miran su futuro a largo y eterno plazo.

Por fortuna Dios conoce el corazón del hombre, sabe de antemano nuestra triste condición. Tan complicado es que  ni nosotros mismos lo conocemos “…no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre” (Juan 2:25), y su deseo de hacerle su rey, obedecía a que había satisfecho el hambre que tenían.

El asunto es que Jesús no va a ser el rey nuestros estómagos, Él debe ser el Rey de nuestras vidas. Debe ser ubicado como el centro de cada creyente genuino y en ese orden de ideas hacerle lo primero.

Nada ni nadie puede estar por delante de Él; es quien merece nuestra dedicación total y si hay algo adicional para hacer, será secundario. Nada ni nadie puede opacar la presencia de Dios en ningún templo.

Existen congregaciones multitudinarias, en las que todos saltan de sus sillas cuando aparece el pastor, pero mientras este sale todos actúan como si Dios no estuviera allí, hablando, riendo, masticando chicle o con los pies en la silla.

La reverencia en el templo debe ser total, si es que entendemos que el Espíritu de Dios está entre nosotros. Nuestra vida debe ser de una pulcritud a toda prueba; pero es mucho lo que nos falta.

Que Dios nos ayude a sortear cada día, rodeados de pecado como estamos en  cada punto cardinal. Que nos guarde de nuestro primer enemigo, nuestro corazón y luego del entorno.

REFLEXIÓN. Seguir a Jesús debe ser un acto espontáneo salido del corazón!

REFLEXIONAR EDIFICA!

- BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –

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