A lo largo de la historia bíblica
encontramos hombres altos y bajos, negros o blancos, ricos o pobres, creyentes
o incrédulos. Éste último factor es predominante en cualquier tiempo, pueblo y
lugar sobre los otros.
En los tiempos del reino dividido después
de Salomón hacia el año 930 A.D., el pueblo escogido de Dios empezó un periodo
de luchas internas y que obedecían al gobernante de turno.
En el caso que nos ocupa hoy,
encontramos a reyes temerosos de Dios y otros que no y por razones obvias eran
los responsables de hacer pecar o recibir bendición al pueblo gobernado.
Reyes como Ezequías o su nieto Josías
sobresalen por su buen gobierno y aceptación; otros como Jeroboam o el tristemente
famoso Acab alejaron y corrompieron a su pueblo “Así fueron humillados los hijos de Israel en aquel tiempo, y los
hijos de Judá prevalecieron, porque se apoyaban en Jehová el Dios de sus padres“(2 Crónicas 13:18).
El relato de hoy nos muestra cómo hasta
dentro del pueblo de Dios, habían unos que le seguían genuinamente, mientras
otros le aborrecían; de la misma forma y dentro de la iglesia de hoy, hay unos
que confían en lo que Dios tiene para sus vidas y los que no.
Para la maldición solo falta dar un
paso la desobediencia, para la bendición otro, la obediencia y como lo dice el
verso confiar solamente en Él; el asunto es simple, pero que difícil resulta
para unos vivir en los parámetros de Dios.
Cada día como lo comenta Pablo en
Romanos 7, se genera una lucha interna con nuestra carne en la que muchas veces
perdemos la batalla, nos hace caer en la frustración e impotencia y nos muestra
una sola salida: Jesucristo!
Lo importante de todo esto es
perseverar, no quedarnos en esa frustración; sino de la mano del Señor seguir
adelante como se expresa en Filipenses 4:13. Frases como “todo” lo puedo en Cristo, deben ser las inspiradoras
para el día a día y saber que Aquel que las escribió es Todo poderoso para
respaldarles.
Luego de esa lucha diaria por dar lo
mejor de nosotros delante de Dios y buscar esa santidad que se espera de
nosotros, nuestra noche y sueño deberían comenzar meditando en uno de tantos
versos bíblicos como: “En paz me acostaré, y asimismo dormiré; Porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado” (Salmos
4:8).
Desde el primero hasta el último verso
de la Biblia, encontramos un factor predominante: “Apoyarse en Dios y no en
nosotros”; no como una muleta, sino como Aquel a quien se le debe toda la
Gloria.
REFLEXIÓN:
En apoyarse en la Roca o en nosotros está la diferencia!
REFLEXIÓN QUE CAMBIA!
- BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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