martes, 30 de abril de 2019

PRETERITO IMPERFECTO


Cuando un muchacho va al ejército, debe pasar por una serie de etapas que tarde o temprano le  han de llevar a ser un soldado capaz, maduro, fuerte emocional y físicamente hablando y con un pensamiento que gira en torno a la milicia y sus implicaciones.

Muchas veces encontramos cómo estos hombres siguen hablando de su roll de militar y sus vivencias aún mucho tiempo después de haber abandonado las armas. Es de entenderse, pues han pasado veinte o treinta años con alguien que con sólo un día más de antigüedad, les recuerda su condición de subordinados.

En el verso de hoy reflexionamos, sobre la condición emocional de los apóstoles horas después de la muerte de su Maestro. Jesús había estado con ellos por tres años y consideramos que éste fue su tiempo de entrenamiento.

No es equiparable una hipotética guerra en el ejército a la verdadera guerra espiritual que todos los días libra una persona. Si el soldado promedio es entrenado para seguir órdenes y su muy eventual envío a un frente de batalla, los hombres de Jesús  en ese tiempo fueron formados para librar una batalla permanente en todo sentido.

Eran perseguidos por los religiosos y las autoridades del imperio por su fe; pero además y como lo mencionamos antes, tenían que librar la batalla más grande de cualquier hombre que es con su interior.

Quiénes somos ahora que Él se ha ido se debieron preguntar “Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido” (Lucas 24:21). Eso fue lo que dejaron ver a aquel Forastero que se les acercó en su camino a Emaús.


No es difícil imaginar la compasión o la decepción que el Cristo resucitado debió sentir al escuchar estas palabras de dos de sus discípulos. La peor lucha del hombre es la que libra consigo mismo día a día; aquella que sólo él conoce y en la que sólo puede intervenir Dios si es invitado.

Ese “esperábamos” implica que ya no había esperanza y es por eso que Jesucristo se aparece en medio de ellos para hacer una reingeniería es sus corazones y afirmarlos en lo que hoy todavía llena los nuestros.

Que no sea ésta su condición apreciado creyente, por que pese a las luchas del día a día, Él está allí con usted. Debemos recordarle, que el gozo del hijo de Dios no depende de las circunstancias o de su entorno, sino de su comunión con el Señor.

Que ese pretérito imperfecto, se convierta en un presente y futuro que llene cada rincón de su corazón y que como los soldados, sigamos hablando de las proezas pasadas y por venir de Dios en su hijo Jesús.

REFLEXIÓN: Que nada, absolutamente nada le robe el gozo de Dios!

REFLEXIONAR SALVA!

- BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –

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