La gran comisión entregada por el
señor Jesús a la iglesia, habla en primera instancia y como objetivo principal,
el de llevar el Evangelio al mundo incrédulo y no importando la lengua,
raza o nación. Desafortunadamente
encontramos que no siempre se trabaja con objetivos o herramientas netamente
bíblicas.
Con las falencias propias de los seres
humanos, se recogen y emplean recursos, no de la manera que Dios esperaría.
Algo que leemos de parte del Señor y que no siempre hacemos, es a esperar en su
tiempo y en su voluntad.
Se implementan formulas humanas, que
terminan por desvirtuar el mensaje que Dios quiere mostrar al perdido. Parte de
esperar, es entender que si el Señor nos pone una tarea, Él mismo nos dará los
medios para sacarla adelante.
En el verso de hoy vemos un claro
ejemplo de cómo Dios da la provisión para su Obra sin necesidad de cuentos de
hombres “Y vino todo varón a quien
su corazón estimuló, y todo aquel a quien su espíritu le dio voluntad, con
ofrenda a Jehová para la obra” (Éxodo 35:21).
Nos muestra por una
parte, que es Él mismo quien pone en la gente el deseo de dar, de hacerlo
voluntariamente y cuando se hace de esta manera, el resultado en la persona que
da es de un profundo gozo.
Muchos acuden a
mensajes sacados de contexto como el de la prosperidad, la promesa de recibir a
cambio de dar, la “oración” sesgada desde el púlpito que presiona la ofrenda y
otros que francamente dejan muy mal parado a un Dios todo poderoso como el de
la Biblia.
Dios no necesita de nuestro
dinero, pero nosotros sí necesitamos de Él y escuchamos cómo esos dineros mal habidos,
terminan en manos de algunos líderes que llevan vidas equiparables a la de
cualquier rico o mafioso local.
Días atrás escuchaba
el relato de un hombre, que en su calidad de electricista visita la residencia
de mucha gente. Entre estas la de una líder “evangélica” con nexos políticos y
comentaba sobre el barrio, el terreno y la clase de mansión en la que vive como
producto de su negocio de traficar con la fe.
Las casas de ricos que
la rodean no se acercan a la suya; el séquito de sirvientes y guardaespaldas a
su servicio o la colección de motos de sus hijos. Que pena escuchar esto que
para nada se compara con la humildad de Jesús.
Lo peor es que parece que a sus seguidores les
encanta eso, que los engañen, los roben
y esto claro, con un pésimo testimonio que no solamente impide que otros muchos
entiendan la verdad de Cristo; sino dan mala fama al mensaje de un Dios santo,
santo, santo.
REFLEXIÓN: Cuidado con cuánto, cómo y a quién
le da para la Obra!
REFLEXIÓN QUE CAMBIA!
- BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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