En algunas culturas, los perfumes
juegan un papel muy importante en razón del precio o disponibilidad del agua; mientras
que en otras materialmente no hay ni perfumes ni agua. Otras disponen de ambas;
pero en algo tan básico como el aseo no se hace.
Un mal olor es igual en su país o en
cualquier lugar del mundo; no importa la causa, siempre hay una gran diferencia
entre uno agradable y uno malo. Todo lo que tiene algún tipo de vida, está en
un permanente proceso de deterioro y el ser humano está en un proceso de muerte
desde el mismo día en que nace.
Esto en la parte física; pero en la
parte espiritual también hay olores de acuerdo a la Biblia. De ahí la
importancia del aseo que sólo se logra a través de la Palabra y cuando llegamos
a los pies del Salvador, se inicia un proceso de transformación que no tiene
otro propósito que el de limpiarnos.
Venimos al mundo como parte de una
naturaleza caída, que sin ir muy lejos huele mal. Tal vez le parezca drástico
lo afirmado, pero es la verdad y es trabajo del Espíritu Santo separarnos de esa
carne que tarde o temprano se habrá de podrir.
El Espíritu trabaja en nosotros a
través de la Palabra y nos limpia de todo aquello que desagrada a Dios; de ahí
la importancia de llenarnos de esta “Mas a Dios gracias, el cual nos lleva
siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo
lugar el olor de su conocimiento” (2 Corintios
2:14).
Los sacrificios bien ofrecidos en la antigüedad
para Dios eran de olor fragante para Él “…holocausto
es, ofrenda encendida de olor
grato para Jehová” (Levítico 1:13), y los que se apartaban de sus parámetros
como un animal enfermo o defectuoso, por supuesto no lo era. El animal del
holocausto debía ser perfecto “olor fragante, sacrificio acepto,
agradable a Dios” (Filipenses 4:18).
En
éste orden de ideas, es vital echar fuera todo lo del mundo, lo que no es bueno,
justo o de buen nombre para Dios y llenarnos de lo que sí edifica y es
agradable para Él “Porque para Dios somos grato olor de
Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden; a éstos ciertamente olor
de muerte para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida. Y para estas cosas,
¿quién es suficiente? “(2 Corintios 2:15,16).
Que su día a día gire apreciado
creyente, en crecer en el conocimiento de Dios y su Palabra, no existe otra
forma más efectiva de limpiarnos y ser olor grato para Él.
REFLEXIÓN: Nadie se agrada de un mal
olor y menos Dios!
REFLEXIÓN QUE CAMBIA!
- BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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