Cuando emprendemos un proyecto de
línea profesional, comercial, educativo o ministerial, nos vemos avocados a dos alternativas: el
éxito o el fracaso. Siempre y no importando la cantidad o intensidad de las
luchas propias, el resultado estará enmarcado por estas dos opciones.
Muchos cifran su futuro en una carrera
o en el negocio que heredaron, en la bolsa o inclusive en cosas ilegales; los
planes del mundo van acompañados de ideas poco ortodoxas y hoy no importa si
hay que pasar por encima de otros, el fin tiene que lograrse.
Vemos tanta corrupción en la política
y en los gobiernos, que esto termina afectando el desempeño de aquellos que
quieren salir delante de manera honesta y todos los días se abren nuevos
negocios, que están por un tiempo y luego desaparecen.
Empleados cansados de su monotonía,
renuncian, toman su liquidación, piden un crédito y abren cualquier
negocio con la esperanza de ser
independientes. Lo triste es que forman parte de ese busecito en el que unos se
suben y otros se bajan, dando la apariencia de una economía dinámica; pero la
verdad es que terminan siendo parte del grupo de quebrados, sin empleo y
endeudaos con la banca que no perdona.
Así pasa el tiempo para muchos, que
ponen su esperanza en algo mejor; que no se conforman con lo que tienen, sino
que cada día quieren más; pero en el verso de hoy se nos muestra el verdadero
propósito de la vida del hombre “Así que, hermanos
míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que
vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Corintios 15:58).
Nos encontramos con un proyecto que no
nos deja avergonzados; pues Aquel que lo ofrece es totalmente confiable y tiene
todo el poder. El problema es que no le creemos; Dios tiene dos mil años largos
ofreciéndonos una esperanza; no basada en oro ni plata, sino en tesoros
eternos.
Es cierto que la vida eterna es un
intangible para el incrédulo, pero palpable para aquel que cree; y termina
mostrándonos en el verso anterior, en quien es que está basada esa esperanza “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos
da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (V: 57)
Creámosle, por su bien y por el mío!
REFLEXIÓN: La esperanza es
fundamental, pero más lo es el motivo de la misma!
REFLEXIÓN QUE CAMBIA!
- BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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